Entradas escritas en noviembre de 2010 ↓
noviembre 30th, 2010 — Curiosidades, Inclasificables, Japón
Era la mañana de Halloween, hacÃa buen tiempo y no tenÃa nada especial que hacer, asà que decidà ir a darme una vuelta por el eje Shibuya-Harajuku para hacer algunas fotos. Es una zona joven que atrae a los ya de por sà raros especÃmenes que se pueden ver en la capital. Siendo el dÃa de Halloween, me esperaba cosas como ejércitos de zombies en minifalda u hordas de esqueletos maquillados hasta la médula. Sin embargo, apenas vi nada de eso. Hice alguna que otra foto pero nada excepcional. Lo realmente especial me estaba esperando en el parque Yoyogi:
Decenas de burbujas en un rincón de una de las explanadas del parque. Un par de personas, ataviadas con monos de obrero, generaban pompas de jabón a su alrededor. Su única herramienta, un cubo con una solución acuosa, y un par de palos atados con una cuerda en uno de sus extremos. La humedad ambiente era alta y apenas soplaba una ligera brisa, condiciones estupendas para ponerse a crear un poco de magia
Los niños poco tardaron en aparecer. En quedarse impresionados mirando esas grandes cosas tan extrañas que al tocarlas desaparecen. Ponéos en su piel para entender por qué son de verdad tan fascinantes. Incluso algunos adultos, principalmente mujeres, se atrevieron a perseguir las pompas más altas. Los hombres preferÃan quedarse al margen o, como yo, tomando fotografÃas.
Para las fotos puse la lente rápida (50mm F1.4), un par de pasos de apertura sobre el máximo. Sensibilidad ISO también relativamente alta para la iluminación que habÃa. Lo que importaba era captar el momento. Da igual el ruido, una imagen vale más que mil palabras. QuerÃa capturar el instante en que una pompa deja de ser pompa y se desvanece en el aire. Demasiados disparos, posiblemente veinte veces más que las fotos que estáis viendo aquÃ. Pero al final lo conseguÃ. Capté el desgarro de la burbuja al contacto con la piel humana:
Los niños pronto aprendieron a reventar las burbujas de formas más originales. Unos lanzaban papeles, otros piedrecitas a las más altas. Por el contrario si alguna se acercaba a ras de suelo, intentaban salvarla soplándola.
Y no se cansaban. Se acercaban la hora del cierra del parque y seguÃan allà correteando detrás de esos brillantes trozos de aire volando por el parque Yoyogi. ¿O era Yoyogi el que estaba en las pompas?
Hablando de explosiones de burbujas, podrÃamos hacer la analogÃa de la burbuja inmobiliaria y de internet que tanto afectaron a Japón, que aún se sienten los efectos, un paÃs prácticamente en deflación, donde una coca cola cuesta ahora lo mismo que a finales de los ochenta. Esa misma burbuja que ahora está tambaleando a medio planeta en busca de una nueva posición de equilibrio.
O también podrÃa hablaros de que Japón está en una burbuja, del aislamiento que siempre ha sufrido. Dicen que por razones culturales, pero creo yo que también podrÃa ser por motivos naturales. La corriente en chorro sopla, más o menos, del suroeste al noroeste, de China hacia el PacÃfico. Todo un océano por delante. Los navÃos japoneses no tendrÃan muchos lugares a los que ir. Posiblemente no fuera fácil hace doscientos años ir a contracorriente. Bueno, ahora tampoco lo es. Ni para las burbujas.
Incluso también se puede hacer una alegorÃa con el SÃndrome de las Galápagos, según el cual las especies naturales, los objetos cotidianos y las sociedades de ciertos territorios evolucionaron de forma aislada al resto del mundo porque se favorece su desarrollo y evolución en un ecosistema cerrado con condiciones más o menos estables.
Me pregunto qué ocurrirá con este paÃs de aquà a veinte años. Va a ser una evolución muy curiosa, y quizá el ejemplo de lo que podrÃa pasar en otros lugares. ¿Seguirá habiendo locos en el parque Yoyogi?… posiblemente. Lo que habrá que ver es si Japón va a seguir abriéndose al exterior. Con una población menguando y envejeciendo, no les quedará más remedio. Aunque eso queda en manos de la siguiente generación, que tendrán que decidir si quieren seguir socialmente encerrados en su particular pompa de Jabón.
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noviembre 29th, 2010 — Japón, Personal
Acabo de venir de la cena de navidad en casa de mi abuela japonesa, mi antigua profesora de Japonés. Éramos gente desde 20 hasta 90 años, de 10 paÃses distintos, entre los que estaban Mongolia, Túnez y Sudáfrica. La fiesta muy entretenida y con montones de comida, pero lo que más me ha marcado ha sido la vuelta en el tren.
VolvÃa con una coreana que no llegará a los 30 años. Bueno, digo que es coreana porque nació allÃ, pero de hecho no tiene la nacionalidad, se ha criado en USA hasta que acabó la universidad y se vino a trabajar a Japón porque le gustaba este paÃs. Trabaja en algún tipo de sistema financiero, no sé muy bien cómo va pero según ella se encarga de “hacer dinero para otras personas (no empresas)”.
Tiene un muy buen sueldo (varios miles de euros), un muy buen apartamento en el centro de Tokyo (con un alquiler de varios miles de euros al mes), y en el trabajo le proporcionan cualquier tipo de comida o material que necesite.
Ahora veamos la otra cara de la moneda.
Mañana, como cada dÃa, se levanta a las 5am y se va a su trabajo, a 5 minutos andando. Desayuna, come y cena en el trabajo. No vuelve a su casa hasta que cierran todos los mercados asiáticos a las 6-7pm, cansada y con ganas de hacer nada y echarse de nuevo a dormir. Acaban de transferirla a Hong Kong, el sábado que viene marcha para allá. Le han puesto un piso en pleno centro de la ciudad (por cierto, más caro que Tokyo), pero sólo durante los dos primeros meses para darle tiempo a que encuentre algo más definitivo. No conoce a nadie en HK. Por la diferencia de horario, va a tener que levantarse a las 4am para mantenerse a la par que en Japón. No quiere irse, pero tiene que irse.
Lleva tres años en este plan, y no le gusta su trabajo. Como lleva tanto tiempo, cree que este año le concederán 10 dÃas de vacaciones para irse a Europa a la japonesa visitando tantas ciudades como le sea posible. 1 dÃa para ParÃs, otro para Barcelona, otro en Roma, lo mismo para Amsterdam, Londres y si sobra tiempo Madrid.
Dice que le gustarÃa cambiar de vida pero que no podrÃa. Que se ha acostumbrado demasiado a los lujos. Un (muy) buen apartamento, no preocuparse de las comidas, salir de cena y dejarse 10.000Â¥ (casi 100€) sin pensárselo dos veces, ya sea una, dos, tres o cuatro veces a la semana, etc.
La compañÃa le proporciona todo lo necesario para que pueda dedicarle cuantas más horas posibles al trabajo.Es una máquina de hacer dinero que es mantenida con un buen salario del dinero que ella misma produce, pero que sin embargo no puede disfrutar. No tiene sentido.
Todo esto me recuerda terriblemente a una máquina de movimiento perpetuo que cada vez gire más y más rápido. Bien saben los fÃsicos que eso es imposible por las leyes de conservación de la energÃa. HabrÃa que ver si los economistas tienen leyes de conservación de los recursos. Si existen, entonces no veo por qué no podrÃamos mantener el nivel de vida trabajando cada vez menos (aumentar la calidad de vida), en vez de trabajar cada vez más transfiriendo calidad de vida a nivel de vida. Si no existen esas leyes de conservación, entonces la máquina reventará en algún momento por algún lado, si es que no lo está haciendo ya…
Aún asÃ, lo peor de todo tiene que ser hacer cada dÃa algo que no te gusta. De mirarte al espejo cada mañana y saber que querrÃas volver atrás para retomar ciertas decisiones que en su dÃa escogiste teniendo la certeza de que no era la mejor opción, sino la más fácil o más correcta.
Acabo el post rescatando una frase del genial Ignacio Izquierdo, que leà el pasado mes de abril en una entrevista que le hicieron. Una entrevista con la que me sentà bastante identificado y me hizo pensar acerca del próximo abril, cuando vuelva a Madrid y lo vea todo desde un punto de vista distinto.
Vive tu vida, es más tarde de lo que crees.
noviembre 27th, 2010 — Curiosidades, Japón
Visto en una tienda de camisetas en Shibuya. Las camisetas carÃsimas, pero este diseño, buenÃsimo.
Es una recreación de los Tres Monos sabios de un templo en Nikko.
Tienen varias interpretaciones, pero básicamente se podrÃan resumir en “no ver, no escuchar y no decir maldades”, algo con lo que personalmente no estoy de acuerdo, ya que hasta de las maldades se puede aprender.
Aún asà los pobres monos de la primera imagen parece que vieron, escucharon, y dijeron más cosas de las que debÃan…
noviembre 25th, 2010 — Japón, Personal
Cuando creÃa que ya lo tenÃa todo controlado acerca de los correos japoneses, esta mañana me he vuelto a topar con el desconocimiento de nuevas normas y medidas. Os cuento.
Mi intención, enviar un paquete con chucherÃas para que en casa se las tomen en Navidad junto al turrón. Ya sabéis a qué chucherÃas me refiero, cosas como calamar crudo reseco, patatas fritas dulces (con o sin chocolate), algas fritas en aceite, etc. En total me habÃa salido un paquete tamaño caja mediana de Amazon con tres kilos y pico de peso.
Para estos envÃos grandes lo suelo hacer por superficie, esto es, que llegan a su destino en barco, tren o camión, ya que a Toledo no pueden llegar los barcos desde hace varios millones de años. Es bastante barato enviar de esta forma, el problema de esto es que el envÃo viene a tardar 2-3 meses, y no es plan de que las chucherÃas navideñas lleguen allá por San ValentÃn. Por otra parte, el correo aéreo resulta demasiado caro aunque sólo tarda 1 semana. De forma que iba a probar por primera vez un tipo de envÃo intermedio en precio y prestaciones que se llama SAL (Surface Air Lifted), cuya traducción al castellano algo asà como “superficial elevado en el aire”. Esto no quiere decir que Japan Post sea tan chulo como para hacer llegar el paquete en hovercraft, sino que el envÃo va siempre por superficie excepto el salto entre ambos paÃses que se hace por aire. La verdad, resulta muy conveniente en envÃos a la mayorÃa de paÃses, ya que en la práctica va a tardar prácticamente lo mismo que el correo aéreo, que en el fondo también usa medios terrestres de distribución, ¿os imagináis al cartero dando toquecitos a la ventana desde un helicóptero?.
Bueno, volviendo al tema, me presento en la oficina de correos, y lo primero que me ofrecen es el correo express. Siete mil yenes. Más de veinte euros el kilo. Iba preparado y les digo que de eso nada, que lo quiero enviar por SAL. Veo que corrigen la cantidad a 6.150¥. Pero eso aún casi el doble de lo que esperaba pagar. Vista mi experiencia anterior remarco que no es una carta (por las que cobran más).
Y entonces llega el descubrimiento. Resulta que para que salga barato el contenido tiene que ser “material impreso”. Pero no puede ser una carta. En mi cabeza se empiezan a mezclar varias opciones ¿y si imprimo una carta?, ¿y si envÃo un libro escrito a mano?. Por lo visto la diferencia está en que contenga un mensaje personal dirigido a la otra persona o sea un contenido público (publicable).
Pero bueno, en este caso no aplica. Yo habÃa dicho que estaba enviando “chucherÃas”. Aunque el paquete estaba cerrado, y no comprobaron nada, no era cuestión de ejercer de alquimista y transmutar las chucherÃas en libros. Pensando en la magia, y en cómo a veces las cosas pueden tomar rumbos inesperados cuando se te ocurren ideas extrañas, le pregunté a la dependienta que qué pasaba si reducÃa el paquete a 2kg (me sonaba que ese era el peso máximo de una carta). La dependienta mira sus tablas, y me dice que entonces el paquete me costarÃa 2.080Â¥, que viene a ser la mitad de precio por kilo. Echo un ojo a las tablas y veo que la tarifa es muy sencilla, 1g = 1Â¥, redondeando al alza en escalones de 100g y sumándole 80Â¥ al resultado.
Miro a mi alrededor y veo colgadas de la pared las cajas oficiales de JPost. Tres tamaños. A ojÃmetro con una grande y una mediana podrÃa conseguir mi objetivo de reducir el envÃo a partes menores de 2kg. Le comunico mis intenciones a la chica, y mirándome un poco extrañada me dice que la caja grande no puede enviarse porque mide un poco más de 90cm sumando sus dimensiones (alto+ancho+profundidad), el lÃmite de tamaño para una carta. No hay problema, entonces dame tres cajas medianas. Reorganizo todas las cosas, y como normalmente lo más voluminoso es lo que menos pesa, dos de los paquetes resultantes acaban pesando menos de 1kg y el tercero 2050g. Obviamente no me lo acepta, me he pasado en 50g.  No hay problema, sobre todo porque me habÃa asegurado de no cerrar las cajas. De forma que saco un paquete de galletas en almÃbar y lo encajo en un huequito al abrigo de los calamares resecos de una de las cajas más ligeras. Ahora sÃ, tres cajas de menos de 2kg cada una.
En condiciones normales le hubiera puesto diez o quince sellos a cada caja para que quedasen bonitas (me encanta hacer envÃos con sellos de verdad, no con esas pegatinas que ponen en correos), pero no era plan de entretenerme más de los cuarenta minutos que ya llevaba allÃ.
Al final el coste total del envÃo, incluyendo la compra de las tres cajas y teniendo en cuenta el consiguiente aumento de peso, ha sido de 4660Â¥. Un ahorro de 1500Â¥ (casi 15€) sobre la tarifa más barata de enviarlo todo junto. Quizá a algunos no os hubiera merecido la pena, pero en mi caso me encanta optimizar recursos al máximo, buscar el camino más corto entre dos puntos, la combinación de trenes ideal para llegar la estación X, etc. Y por eso soy (aún casi) ingeniero. Además, he aprendido un montón de cosas que me serán bien útiles cuando tenga que hacer la mudanza dentro de unos meses, y que potencialmente podrÃan servir a alguno de los que me leéis.
Para acabar de rematar el post, os pongo las diez tarifas que existen, todas ellas diferentes, para enviar un paquete de 2kg de Japón a España:
- Carta Exprés: 4600¥
- Carta por aire: 3410Â¥
- Carta por superficie: 2930Â¥
- Paquete pequeño por aire: 2760¥
- Paquete pequeño SAL: 2080¥
- Paquete pequeño por superficie: 1080¥
- Paquete por aire: 5050Â¥
- Paquete SAL: 3850Â¥
- Paquete por superficie: 2350Â¥
- Material impreso de tercera clase por superficie: 540Â¥
Y para más info, echad un ojo al calculador de tarifas de Japan Post.
noviembre 24th, 2010 — Aviones
Columna escrita originalmente para la revista Aviación Comercial Nº 29 (Agosto 2010).
Es increÃble la cantidad de cosas que pasan por debajo de nosotros cuando estamos en el aire. Un puñado de centÃmetros cuadrados transparentes -llamados ventanilla- en el metálico fuselaje nos permiten asomarnos al exterior y descubrir un mundo más maravilloso que el imaginado por Louis Armstrong.
Montañas puntiagudas, colinas que apenas se levantan, anchos rÃos alimentados por estrechos y serpenteantes afluentes, terrenos cultivados con caprichosas formas, pastos para el ganado, que no son más que pulgas vistos desde decenas de miles de pies de altura. Y cuando la tierra desaparece, cuando sólo hay más y más agua a tu alrededor, en esos momentos podemos adivinar barcos mercantes en el inmenso azul, islotes perdidos e inaccesibles, o buscar una costa para que los pasajeros más miedosos dejen de sentir cierta incomodidad.
Aunque quizá no tengamos tanta suerte de disfrutar de un cielo despejado, quizá en lugar de todo lo anterior haya que conformarse con surfear entre los cúmulos con forma de algodón de azúcar, asomarse a las rendijas de cielo azul entre los cirrostratos, o disfrutar -desde lo lejos- de los rayos saltando dentro de un amenazador cúmulonimbo.
La noche puede llegar, y con ella las luces. Nos asomamos de nuevo hacia afuera, esta vez tratando de evitar ser deslumbrado por la luz del interior de la aeronave, y en lo que representa todo un ejercicio de contorsionismo facial para acomodar la molesta anatomÃa de la nariz contra la ventanilla. Vemos grandes ciudades o pequeños pueblos, unidos por venas de luces blancas y rojas. Orillas de rÃos y costas perfiladas por la atracción del ser humano hacia el agua. Vibrantes pozos petrolÃferos, brillantes minas a cielo abierto y atractivas luces de colores de pescadores.
Y esto sólo es una mÃnima parte de todo lo que se puede ver a través de la ventanilla. En el tintero quedan increÃbles amaneceres y eternos ocasos con tonos rojizos nunca antes vistos desde la tierra.
Por desgracia sólo una mÃnima parte de los asientos de un avión de pasajeros tienen al lado una ventanilla desde la que poder asomarse al mundo exterior y verlo desde otro punto de vista. En cada vuelo que hago siempre trato de conseguir por todos los medios posibles uno de ellos. Facturo online, me presento con tiempo en el aeropuerto o, si no ha habido suerte, una vez que todo el mundo está embarcado busco eventuales asientos cuyo pasajero no se haya presentado al vuelo.
¿Ventanilla o pasillo? La próxima vez que os hagan esta pregunta, pensadlo dos veces antes de responder. No perdáis la oportunidad de contemplar una vez más el espectáculo que la naturaleza pone a nuestra disposición desde ahà arriba.
noviembre 21st, 2010 — Japón
A veces me despierto por las noches, por ejemplo cuando se me cae el edredón y me hielo de frÃo o cuando las cortinas están abiertas y empieza a amanecer. Ayer creÃa que me estaba despertando por estos dos motivos (a la vez), pero no, resulta que era un terremoto. Sólo noté una pequeña sacudida y un crack que recorrió toda la habitación. Me quedé con un ojo abierto y el otro cerrado durante unos segundos, preparado para salir corriendo a meterme debajo de la mesa si la situación lo requerÃa. Al final no fue necesario y volvà a dormirme.
Según la magnitud Ritcher fue de 4.0 grados, y según la escala japonesa en mi zona se percibió como de magnitud 2 sobre una escala de 7. Esto es, que bastante gente lo siente, aunque no se despiertan demasiados. Otros ni siquiera asociarán el despertarse al temblor, pero a mi que me gustan estas cosas lo considero siempre como primera explicación antes de pasar a otras más razonables. Bueno, tampoco es que no sea razonable, viviendo en Japón claro. Por suerte luego la web de la JMA (Japan Metereological Agency) me confirma si ha sido o no un terremoto con un bonito mapa como el siguiente:
A ver si viene alguno más, que ya llevaba una racha de un par de meses sin sentir ninguno (lo que no quiere decir que no hayan ocurrido, pero sà que no los he sentido).
noviembre 20th, 2010 — Viajes
He decidido que es mejor poner el nombre del tÃtulo del post en castellano, porque en coreano se parece a un trabalenguas: Jeollanam-do, aunque si tratáis de pronunciar directamente los caracteres hangul (ì „ë¼ë‚¨ë„) o hanja (全羅å—é“) os va a resultar más difÃcil aún. Pero bueno, dejémoslo en Jeolla del Sur, pronunciando esa J tan fuerte como sólo los hispanohablantes hacemos, especialmente los del centro de la penÃnsula ibérica.
Quizá hace un tiempo no Jeolla del Sur os sonarÃa de nada, antes de escuchar que el mes pasado fue la provincia donde Fernando Alonso ganó el Gran Premio de Corea de Fórmula 1 en un circuito recién construÃdo, tan tan nuevo que algunos dudaban que serÃan capaces de tenerlo listo para el evento. Pero bueno, ni mucho menos yo fui por esos motivos. Jeolla del Sur es también una de las provincias más despobladas de Corea, la más alejada de Seúl (exceptuando la isla de Jeju), y con una costa muy curiosa que forma miles de islas y precipicios interesantes de ver. Asà que allá fui.
Llegué desde Seúl en tren regional, tardando casi 5h en hacer un trayecto de unos 350km. El precio fueron 20.000â‚©, unos  12€ al cambio. En tren de alta velocidad (KTX) hubiera tardado la mitad a cambio de costarme el doble. En autobús el tiempo y precio hubiera sido similar. De todas formas me gustan los trenes regionales coreanos, ya que mientras estás en ellos puedes conectarte a internet, cantar en el karaoke, o jugar a videojuegos. Pero bueno, en mi caso yo fui la mitad del tiempo durmiendo y la otra mitad hablando con el coreano aleatorio que me habÃa tocado al lado. Aunque no hablaba nada de inglés, de alguna forma pudimos comunicarnos y hacernos entender, aunque la conversación no daba para temas muy complejos.
Primer destino: Gwangju, una ciudad que está dentro de la provincia de Jeolla del Sur pero que no pertenece a la misma. Antiguamente era la capital, pero a saber por qué motivos pasó a ser una Ciudad Autónoma. Pero bueno, a fin de cuentas lo importante era conocer esa nueva zona del paÃs. Al llegar lo primero que tenÃa que hacer era localizar la estación de autobuses, ya que habÃa quedado allà con más gente. Supuse mal al pensar que estarÃa al lado de la estación de trenes. Asà que pregunté en información por el autobús que llevaba a la estación de autobuses. No es una pregunta muy complicada, se supone que a la estación de autobuses van autobuses. No supieron respondérmelo con claridad. Me decÃan que tomara un taxi (no son caros, me hubiera salido por 5000â‚© ≈ 3€ el trayecto), pero no me apetecÃa y además tenÃa tiempo suficiente incluso para ir andando. Entre tanto el personal de la estación se fue congregando alrededor mÃo. Yo era un tipo raro allÃ, un alien. Se ve que Gwanju es un lugar al que no van muchos turistas occidentales. Hablando con ellos me encuentro a un par de coreanas que estudiaron en Japón y al jefe de la estación cuya hermana está viviendo en Madrid. Le debà caer bien porque se animó a acercarme en coche a la estación de autobuses :).
La ciudad de Gwanju en sà misma tiene poco que ver. Una ciudad más con un montón de gente, luces y carteles por todas partes en un idioma incomprensible. Si acaso algo que se podrÃa decir es un poco más caracterÃstico de ahà son unas calles iluminadas estilo navidad pero durante todo el año.
En los alrededores también habÃa un museo del bambú y…. y nada más. Por si fuera poco llovió bastante estando allÃ, asà que no es un lugar del que guarde especialmente buenos lugares para recordar. Ah, excepto los restaurantes-barbacoa, que te cocinas la carne tú mismo, como los yakiniku japoneses, pero a una fracción de su precio. Una buena cena, sin bebidas (excepto agua que siempre sirven), no llega a los 10.000â‚© ≈ 6€ por cabeza.
(Por supuesto con los tan caracterÃsticos múltiples side dishes coreanos)
A 1h de Gwanju en autobús o tren está Mokpo, una encantadora ciudad costera, dirÃa yo capital de las islas. La ciudad está construida a los pies de un parque en forma de montaña, o una montaña hecha parque, no sabrÃa qué decir. Es el Yudalsan Park, que con un pico a 228m no está nada mal para estar en medio de una ciudad a nivel de mar. Se puede subir a ritmo tranquilo en menos de 1h, no hay demasiada gente, como en un parque normal. Desde arriba las vistas son impresionantes, hacia un lado el mar, hacia el otro lado la ciudad.
(mucha de la gente hablaba desde la cima por el teléfono móvil, se ve que subÃan buscando mejor cobertura)
De todas las islas que hay, estuve en Oedaldo, una muy pequeñita de apenas un kilómetro cuadrado. La principal caracterÃstica de la isla era disponer de un par de piscinas de agua salada, ideal para aprovechar las propiedades del mar sin sufrir las incomodidades de la arena, ya sabéis. En el resto de la isla, pues playas más o menos bonitas, algún templito de pega, jardines varios, y cosas asà que merecen ser vistas cuando no hace un calor terrible y lo único que te apetece es estar a remojo.
A la isla se llega desde la Terminal 2 de Ferry. No recuerdo el precio pero no era excesivamente caro para un viaje de 1h en barco. El barco, nada especial, afortunadamente con un par de salones con aire acondicionado en los que poder tumbarte. Es lo tÃpico en barcos por el noreste asiático, una gran superficie sin sillas ni mesas en las que cada uno se acomoda como mejor le parece, habiéndose descalzado a la entrada por supuesto.
En Mokpo además conocà a un japonés muy curioso. Me refiero a que tenÃa curiosidad por un montón de cosas, y eso es algo que no he encontrado demasiado por Japón ya que normalmente siguen las normas sin preguntarse motivos ni pedir explicaciones. Por ejemplo estuvimos hablando del sistema de trenes de Tokyo y de la nueva terminal del aeropuerto de Haneda, entre otras cosas. Él es un estudiante de ingenierÃa en la Universidad de Tokyo, y aunque no le he vuelto a ver seguimos en contacto con email y nos leemos mutuamente en nuestros respectivos blogs (como podemos, porque yo escribo en español y el suyo está en japonés). Este es el suyo, con un estilo de escribir mucho más personal que el mÃo.
Fue interesante porque hubo un momento que en en local (un restaurante de kimbap enfrente de la estación) llegamos a estar gente de cinco o seis paÃses distintos hablando nuestros respectivos idiomas: español, japonés, coreano, francés, inglés y hasta ruso.Cada uno de los allà presentes tenÃa nociones de tres o cuatro idiomas (y aquà incluyo mi escaso japonés), asà que las conversaciones eran variadas y a cualquier nivel. Y entre kimbap y kimbap el tiempo pasó rápido. Se podÃa decir que habÃa buen rollo en ese restaurante.
Por cierto, el kimbap es un rollo de verduras y arroz envuelto en algas, como los makis japoneses pero del doble de diámetro (por lo tanto cuatro veces más superficie y al ser cilÃndricos, también cuatro veces más de volumen).
El siguiente destino en Jeolla del Sur fue Yeosu, una ciudad en la otra punta de la provincia y en la que no ha estado ningún coreano de los que conozco en Japón (y hay varios en mi residencia). Se quedan un poco impresionados cuando les cuento que he estado allÃ, aunque no es para tanto. De hecho la ciudad ha sido elegida para celebrar la Expo 2012, asà que el nombre resonará en los medios dentro de un par de años.
Como veis, tiene un paseo marÃtimo agradable, un par de puentes bonitos, y un pabellón de madera impresionante llamado Jinnamgwan (son terribles estos nombres, soy incapaz de escribirlos, siempre ando copiándolos y pegándolos desde la chuleta).
La ciudad se está preparando para la Expo. Tiene uno de los puentes en construcción, la estación de tren ha sido recién renovada, y la zona de pabellones aún están cimentándola. De todas formas la cosa promete, asà que si os pilla Corea cerca durante el verano de 2012, apuntáos el nombre de Yeosu en la agenda.
Cerca de la ciudad está la isla de Odongo. Tan cerca que se puede ir a pie por una calzada. Es una pequeña isla-parque co varios caminos, cuevas, un faro, algunas cafeterÃas, y un recorrido hecho especialmente para ir descalzo. Lo llaman el camino de la filosofÃa, posiblemente porque sólo pensando en filosofÃa se te va el dolor al pisar alguna de las piedras supuestamente colocadas para masajearte los pies. No se merece ni una foto. Quien sà se las merecen son los precipicios de la costa sur de la isla. Son de libre acceso y, con cuidado, puedes saltar como una cabra entre piedra y piedra, cosa que me encanta. Llegando un poco más allá descubrà una escena muy curiosa, una pareja que se habÃa llevado un paraguas para protegerse de las olas.
(la calzada que comunica la isla con la ciudad)
Por último, de Yeosu partimos hacia Daegu (que ya es fuera de Jeolla del Sur), más que nada porque una vez estando en la estación de autobuses era la ciudad que pillaba más a mano en cuanto a horarios y tiempos de transporte. Está en el centro de Corea y es la tercera área metropolitana del paÃs, por tanto bien comunicada, asà que desde ella se pueden tomar trenes, autobuses y aviones. De hecho he usado en ella esos tres medios de transporte,  y es la ciudad coreana por la que más veces he pasado, que no la que más tiempo haya visitado, ese puesto corresponde a Busan.
Durante el poco tiempo que estuve básicamente visité la torre de observación y un parque de atracciones de baja tecnologÃa construido durante los años 80 (qué miedo algunas atracciones).
(la atracción estrella del verano, un campo de cesped artificial regado con aspersores por el que deslizarse con trineos de nieve)
Resumiendo, Jeolla del Sur es un ejemplo de que a menudo los lugares más interesantes que he visitado no aparecen en las recomendaciones de viaje ni vienen remarcados en las guÃas. Son esos lugares a los que ni siquiera los locales del paÃs consideran para visitar salvo contadas excepciones. De ellos, el mejor recuerdo que puedes llevarte es precisamente el recuerdo de haber estado, y por supuesto todas esas fotos únicas que rara vez encontrarás en una postal o en un libro de viajes.