De camino a la universidad voy gran parte del tiempo pedaleando junto al rÃo Tsurumi. En la ribera se pueden ver los más variopintos seres, como ancianos haciendo deporte en posturas  muy extrañas, mendigos con aficción a la electrónica, mafiosos llamando por teléfono desde la trastienda del pachinko (una especie de salones de máquinas tragaperras), etc.
Además se ven muchos pájaros. Es algo normal porque el mismo nombre del rÃo, Tsurumi (鶴見) quiere decir precisamente ver pájaros. Palomas y cuervos nunca fallan, también se ven varios grupos de patos, garzas, y de vez en cuando incluso algún ave rapaz. Además, desde mediados del otoño tenemos otro visitante: las gaviotas. Más o menos a finales de octubre se acaban los tifones y el buen tiempo que venÃan del sudeste asiático por algo más de fresquito y aire seco del continente, de China, Rusia y por ahÃ. Como ahora suele soplar desde tierra hacia el mar, supongo que las gaviotas no querrán arriesgarse demasiado a no poder volver, por tanto se quedan en tierra firme todo el dÃa.
Son unos animales pacÃficos, nada que ver con los cuervos; y tampoco son tan estúpidas como las palomas, manteniendo además una figura más elegante. Y a los extraños seres del rÃo parece que les gusta. De vez en cuando se ponen a alimentarlas con migajas de pan o cualquier otra cosa comestible que tengan.
También hay que decir que esto es la ley de la selva, o la ley de la ciudad, que prácticamente viene a ser lo mismo. Sobrevive el más fuerte, zampándose a quien haga falta. En más de una ocasión he visto cuervos atacando palomas y despiezándolas con saña asà como gatos cazando gaviotas mediante un hábil zarpazo y llevándoselas a algún callejón cercano dejando un reguero de plumas blancas por detrás.
Pero bueno, al final es como el pajarito que lleva los gusanos a sus crÃas o el mendigo que pesca escondiendo anzuelos en apetitosos cebos. Lo único es que vemos con más cariño a estos pajarracos que a esos asquerosos gusanos y resbaladizos peces, pero en el fondo es lo mismo, unos animales atacando a otros para saciar su hambre.
Quizá por ello resulta cuanto menos curioso que el hombre a veces se dedique a alimentar y cuidar animales sin más que por el mero placer de hacerlo. Quizá ese sea un elemento diferenciador más que nos separa de los animales y que hace inadmisible el hecho de ser cazados por otras especies inferiores, aunque no tanto por la nuestra.
Actualización: A sugerencia de Israel añado un gag de la pelÃcula Buscando a Nemo en que se ven lo voraces que son este puñado de plumas blancas con pico amarillo.