Por tercer año consecutivo fui a Tateshina. Parece mentira que ya hayan pasado dos años desde aquella primera vez, o uno desde la anterior. También parece mentira que cada año se vaya al mismo sitio, pero bueno, debe de ser una de las pocas (si no la única) residencia que la Universidad de Keio tiene en el campo, y además y por encima de todo los japoneses son gentes de costumbres. Asà que el profesor y la secretaria llevan yendo más de diez años.
En el fondo no es aburrido, dejas un poco de lado la novedad del lugar y te centras en disfrutarlo, en estar con tus compañeros en un ambiente distinto, relajado, donde lo único que se habla de fÃsica es acerca de la incertidumbre de la posición de la pelota de baseball lanzada a demasiada velocidad por un buen tirador.
Por el dÃa es eso, deportes, alguna que otra barbacoa, comida casi al aire libre, paseos por el campo, etc. En cuanto a deportes, se hace una competición con otro laboratorio que también se une al viaje. Hay como cinco o seis deportes: baloncesto, softball, tennis, badminton, etc. En cada uno de ellos hay jugadores mejores y peores. Yo, soy malo en todos, asà que me dedique a jugar en alguno de los equipos y, cuando perdÃamos, ponerme a hacer fotos al resto.
Pero no toda la culpa iba a ser mÃa. Todos participábamos en mayor o menor medida en todos los deportes. El ProfesorItoh también. Sólo conseguimos ganar en uno de los deportes. Y cuando veáis la siguiente tanda de fotos vais a saber por qué. Tener en nuestras filas al japonés más alto de la universidad (de casi dos metros) fue una gran ventaja. El hecho de que él fuera el profesor y normalmente infundiera respeto no significaba que hubiera que dejarle pasar. De hecho los del equipo contrario peleaban y se atrevÃan a meterle mano para robarle el balón.
Aunque no era el único atacado. Hajime también intentó ser parado por seres de tres manos y cuatro pies. No lo consiguieron, siempre saltaba más alto que todos ellos.
De vez en cuando habÃa un rato sin deportes que usábamos para dar una vuelta por los alrededores. Hay un lago artificial llamado Megamiko (女神湖, donde el último kanji, -ko, quiere decir lago), en media hora o asà se le da la vuelta andando por un camino verde o por pasillos elevados sobre un mini-manglar. Es bonito, pero vale más bien para relajarse y seguir olvidándose de la amorfización del silicio.
Al caer la noche llega la hora de replegarse, de recoger todo, sumar las puntuaciones, ver quién ha ganado y quién ha perdido (como os digo, año tras año, e incluso antes de que yo llegara, el resultado es similar). Nos vamos al dormitorio a ducharnos en el ofuro, que es como una especie de baño comunal, aunque otokos por un lado y onnas por otro. Como de costumbre, están divididos en dos secciones, la “seca” y la “húmeda”. En la seca te desvistes y dejas todas tus pertenencias en un cesto. Pasas a la húmeda y te duchas sentado en unos taburetes que hay. Cuando ya estás limpio y sin jabón, pasas a algunas de las bañeras gigantes de agua caliente, compartiéndola con el resto de gente. Cuando crees que ya estás a punto de estofado, te sales, secas, vistes y vuelves por donde has entrado, con precaución de no equivocarse de puerta y entrar en el ofuro de las onnas.
Obviamente de todo esto no hay fotos. Pero bueno, os podéis imaginar que al principio choca un poco eso de compartir bañera con tu profesor de fÃsica. Como muchos de los que me leéis sois de la rama de ciencias, os propongo el sano ejercicio de imaginaros esa situación con vuestros respectivos profesores, ya sean del instituto o de la universidad. Después de tres años te acabas acostumbrando, porque como todas las diferencias culturales, no son más que eso, patrones de comportamiento no reconocidos por nuestra mente.
Y por la noche hay cena y nomikai (飲ã¿ä¼š, la traducción más cercana serÃa fiesta, pero no se le parece mucho). Tradicionalmente hemos cenado barbacoa en el frÃo exterior, deseando que las cosas se hicieran para calentarnos de dentro hacia afuera. De fuera hacia dentro era complicado porque los atrayentes fuegos estaban siempre rodeados de personas, como electrones leones alrededor de no poca cantidad de protones proteÃnas. Sin embargo este año decidió llover. Y la barbacoa ya estaba planificada, asà que pasamos al plan B: hacer barbacoa de interior. Desconectamos las alarmas de incendio y nos dedicamos a poner fuego (de gas) en hornillos por las mesas del comedor.
Supo mucho más buena que otros años, principalmente por la ausencia del frÃo. Por cierto, mirad la foto anterior. Están todos sentados. En este  tipo de celebraciones la gente se sienta en lugar de estar de pie como suele ocurrir en occidente.
Después viene la fiesta. Nos separan por grupos dependiendo del nivel en que estemos. Bachelors al fondo, Master 1 allá, Master 2 aquÃ, y los Ph.D y profesores a la zona VIP de sofás. Lo hacen para que la gente pueda hablar sin reparos, sin la diplomacia gramatical que es necesario emplear cada vez que hablar a un superior o a un inferior. Me parece una buena idea. Luego las mesas se van mezclando y al final ya cada uno acaba hablando con todos los demás.
Mientras tanto, de vez en cuando hay algún juego que completa a los deportes. Este año hubo dos. El primero consistió en identificar por cada equipo tres vasos de lÃquido amarillento. Un equipo tenÃa tres vasos de distintos té y el otro tres vasos de distintas cervezas. El segundo juego era comerse una especie de gusanitos enormes y picantes. Ganaba el que antes consiguiera cerrar los labios con los mismos dentro de su boca. A pesar de lo que pudiera parecer, no ganó el profesor, y si lo hubiera hecho quizá le hubieran descalificado por tramposo.
Después de no mucho más de 48h, iniciábamos el camino de vuelta. No estábamos tan lejos de Tokyo, a 200km (más de la mitad de los cuales por autopista), pero tardamos más de siete horas en volver. El tráfico en Japón a la vuelta de un puente puede llegar a ser terrible. En hacer los primeros 50km por carreteras regionales tardamos como 1.5h. Los siguientes ciento y pico km de autopista nos llevaron 4h. Y desde que salimos de la autopista hasta que llegamos de vuelta a Hiyoshi, fue otras dos horas para menos de 20km en ciudad.
Lo peor es que no era regular. HabÃa ratos que el autobús se tiraba parado horas, y otro en los que circulaba rápido sin problemas. Era desesperante ver al GPS marcar varias horas de duración estimada para las siguientes decenas de kilómetros. Pero bueno, con unas pocas Nintendo DS jugando en red al Mario Kart el tiempo pasó algo más rápido.
Para acabar, os dejo fotos de mis compañeros japoneses. Son unos veinte, no llevo la cuenta exacta porque siempre hay gente haciendo estancias fuera. Por si acaso, y para evitar malentendidos, consideradlo una lista parcial.
(Matsuoka)
(Tomita)
(Tomoya)
(Tetsuka)
(Yamada)
(Arikawa)
(Eri)
(Taiga)
(Kuroda)
(Pam)
(Hiroki)
(Hajime)
(Tanaka)
(Fumi)