De Tokyo a Madrid, y de Madrid al cielo

Cómo pasa el tiempo. Parece mentira que haya transcurrido ya un mes y medio desde que me marché Japón. Y que dentro de tan sólo 10 días vaya a despegar de nuevo desde Madrid. Va siendo hora de poneros al día acerca de los nuevos aires que le voy a dar a mi vida y de qué va a ser de este blog de aquí en adelante.

El último post fue justo antes de subirme al vuelo de Japan Airlines que me traía de vuelta a Europa. Bueno, con estas letras os confirmo que llegué muy bien. No todos los días se viaja en Premium Economy con un avión apenas al 30% de ocupación: un Boeing 777 con menos de 100 pasajeros a bordo. Esto fue sólo 4 días después del vuelo de la vergüenza, ese que puso la embajada de España, tarde y en malas condiciones, por el que el Gobierno de España pagó 700 000 €. Para que luego dijeran que no había plazas en los vuelos de salida de Tokyo, no sólo el mío, sino el resto de los vuelos salientes de la capital de Japón estaban bastante vacíos. Básicamente quien quería salir ya se las había ingeniado para irse lo más rápidamente posible, que en Tokyo consiste en acercarse a alguna de las estaciones de tren por donde para un Shinkansen cada 5 minutos y que te deja a 500km en menos de tres horas.

Por otra parte, muchos japoneses cancelaron sus vacaciones/viajes de negocio en el extranjero, lo mismo que la mayoría de los extranjeros que tenían billete para ir a Japón. Con estos dos factores nos encontramos que los vuelos venían vacíos y volvían a medio llenar por los extranjeros más rezagados que aún no se habían decidido del todo a aprovechar la situación del país y tomarse unas vacaciones. La verdad es que fue un suceso inaudito con el que ni los japoneses más radicales habrían soñado: que los gaijines abandonasen en masa el país.

En mi caso regresé con el vuelo que me correspondía por la beca, aunque lo adelanté una semana sobre la fecha inicialmente prevista (31 de marzo). Los motivos por los que me quedaba hasta el final del mes de marzo ya se habían disipado, porque por una parte cancelaron la ceremonia de entrega de diplomas y por otro lado también se canceló una visita que esperaba en Japón (una más de las taaaantas que he recibido, ¡gracias a los que vinisteis!).

Cabe decir que en todo este tiempo los niveles de radiactividad en Tokyo, a pesar del escape en Fukushima, no han superado los niveles de radiactividad natural en las zonas graníticas de España, como Madrid y Galicia (y que ésta sea radiactividad natural no quiere decir que sea menos peligrosa, es más, a niveles tan bajos resulta estadísticamente inocua, esto es, que sus efectos (si los tuviera) son indistinguibles entre el ruido de fondo producido por otras enfermedades). Y no me cansaré de decir que la prensa internacional ha actuado de forma terriblemente alarmista y sensacionalista desde el momento en que se produjo el terremoto hasta ahora mismo. De hecho aún estoy esperando un titular del tipo: “Millones de vidas salvadas por los arquitectos e ingenieros japoneses“.

Volvamos al hilo. Después de una corta escala en Franckfurt en la que se preocuparon tanto de mis átomos radiactivos como por retirarme los objetos punzantes (¡ 0.4 mm !) rellenos de tinta líquida, volví a casa un jueves 24 de marzo. Tanto mis hermanas y el loro me reconocieron sin problemas. Ese fin de semana lo pasé descansando y deshaciendo la maleta entre platos de queso, jamón, y otros pequeños lujos.

Y luego…. bueno, es algo que algunos ya sabíais, otros quizá os imaginábais, y para el resto va a resultar toda una sorpresa. La aviación me ha atraído desde que a los doce años tuve mi primera experiencia con un cilindro metálico. Ha sido un hobbie interesante, acercándome a los aeropuertos incluso cuando no tenía que tomar vuelos, organizando peculiares combinaciones de vuelos durante las vacaciones, o echando un vistazo al cielo cada vez que escuchaba ese característico susurro. Últimamente incluso estoy escribiendo para Aviación Comercial, una conocida revista del sector en España. Y no es que me arrepiente de haber hecho Teleco en Madrid y luego desplazarme hacia la Física en Keio, para nada, de ambas cosas me siento orgulloso y han marcado dos grandes (en ambos sentidos de la palabra) etapas en mi vida. Pero hace un año, me empecé a preguntar (otra vez) acerca de qué podría hacer al acabar el Master en Japón. Por algún motivo la pregunta ya no era dónde sino qué. Y en algún momento entre simulación y simulación del silicio amorfizándose, volvió a venirme a la cabeza esa misma idea que tantas otras veces anteriormente me había autorespondido “mejor no”, y que ahora me respondía “¿y por qué no?”.

Así pues, menos de 100h después de haber aterrizado en Barajas, ya estaba yo en el madrileño aeropuerto de Cuatro Vientos informándome acerca de un curso de PPL (Private Pilot License), y dos días después volvía para matricularme y volver a casa cargado con siete kilos de libros. Esos son los siete kilos de razones que me han tenido ocupado este tiempo de ausencia en el blog. Bueno, casi todo este tiempo, porque también ha habido lugar para quedar con algunos amigos que hacía años que no les veía y seguir comiendo mazapanes y jamón casi a diario. Acerca de los exámenes teóricos que tengo que pasar, hay cuatro convocatorias al año, la última fue el jueves y viernes pasado, y me presenté a los exámenes de las nueve asignaturas. Soy consciente de que ha sido un poco precipitado y ajustado de tiempo, pero creo que he podido sacar buenos resultados en muchas de las asignaturas, aunque los exámenes son tipo test y además tienen una personalidad peculiar, así que nunca se sabe lo que puede ocurrir. Dentro de un par de semanas saldremos de dudas.

Entre medias también pasé el reconocimiento médico Clase I. Durante una mañana te hacen todo tipo de pruebas y análisis, incluso un par de psicólogos tratan de averiguar si tienes tendencias suicidas. Al final de la mañana te dan los resultados de todas las pruebas, y aunque sean aptos, aún tienen que pasar por la Dirección General de Aviación Civil, una administración en la que todo va tan rápido que, aplicando las transformación de Lorenzt de la teoría de la Relatividad Especial, el tiempo se ralentiza de sus fronteras hacia afuera y por ello aún espero que me envíen el papelito que confirma que estoy en forma.

A todo esto, la idea no es quedarme en la licencia de piloto privado (PPL), sino seguir con la comercial (CPL) y conseguir las distintas habilitaciones hasta llegar al ATPL (Airline Transport Pilot License). No hacerlo ahora posiblemente suponga algún tipo de arrepentimiento en el futuro, así que mejor intentarlo y, conociendo que la situación de la situación de empleo no es la mejor precisamente, saber que tengo un backup muy consistente en el que poder apoyarme. Y no caigáis en el tópico de que es un trabajo bien pagado (los tiempos han cambiado), porque tanto en el corto como en el largo plazo conseguiría tener un mejor sueldo trabajando de ingeniero. Mis expectativas no son otras que poder despertarme cada mañana con ganas de hacer mi trabajo en la oficina con mejores vistas del mundo.

Acerca del futuro del blog, pues no lo voy a abandonar y empezaré a escribir regularmente como os tenía acostumbrado. Aún me quedan muchas historias y fotos que enseñaros de Japón. Lo que sí que puedo decir que gradualmente irá cambiando de temática, incluso de nombre, que ya tengo un par de ideas en mente. También eventualmente he empezado a escribir en mi cuenta de Twitter, @luisjoujr, pero no le quiero hacer mucho caso porque veo cómo mucho de los que escribían blogs (y que estaréis leyendo esto ahora mismo) han dejado de escribir en los suyos, y no querría que eso me sucediera a mi. Avisadme si llego a ese punto, por favor.

Sólo me queda por decir que, según os contaba al comienzo del post, dentro de diez días, el 18 de mayo a las 9am (07:00 hora zulú) despego de Cuatro Vientos a los mandos de una Cessna 152 en primera clase práctica. De Tokyo a Madrid, y de Madrid, al cielo.