Hace doscientos millones de años Taiwán no existÃa. Era un trozo de mar con un fondo rico en sedimentos minerales. La conocida actividad geológica en la zona, perteneciente al anillo de fuego del pacÃfico apretaba y empujaba hacia arriba estos sedimentos. Cien millones de años tuvieron que pasar hasta formarse montañas de dos y tres mil metros de altura. Montañas de mármol sobre las que crecieron densas junglas ayudadas por los vientos de la china y los tifones del pacÃfico. Y un rÃo. El rÃo Liwu, que con mucha paciencia (tiempo no le faltaba) fue erosionando poco a poco el mármol hasta horadar un increÃble y admirable surco serpenteante.
El Parque Nacional de Taroko es el lugar más visitado de Taiwán. Afortunadamente el calor extremo, el hecho de ser fin de semana y haber ido temprano facilitaron mucho las cosas. El parque básicamente está recorrido por una carretera de veintitantos kilómetros que desde la costa se adentra en las profundidades de la Isla Formosa. Todo comienza con una puerta tÃpica china indicando la entrada a este increÃble lugar.
There are some lovely spots for swimming and river tracing, just do these activities out of sight of regular tourists as many Taiwanese can’t swim, but for some reason think water is safe when they see other in it. Summer drownings are in the hundreds every year as a result.
Pues lo dicho, cuidadito donde se baña uno, que no es cuestión de ir dejando restos en un lugar tan bonito.
Yo iba en moto, asà que algún eventual atasco se solucionó rápidamente. El casco no me lo quitaba de encima nunca. Ni siquiera recorriendo los caminos. Recordemos que en la zona se dan cita fuertes vientos y terremotos, asà que en cualquier momento se te puede caer encima un trozo de montaña, literalmente. El dÃa en que yo estuve sucedió un derrumbe en uno de los tramos más bonitos, el túnel de las nueve curvas. Durante todo el dÃa no paraban de llover rocas que a su vez empujaban a otras mayores y caÃan sobre un tramo de carretera. El destrozo que produjeron fue notable, y afortunadamente las única consecuencia fue verme privado de admirar uno de los lugares más estrechos de la garganta. Lo más que conseguà acercarme es con un poco de zoom de mi cámara. ¡Notad el derrumbe en acción!
Mi recomendación es que nadie que vaya a Taiwán deje de visitar Taroko (siempre que haga buen tiempo, por supuesto). Queda a unos 200km de Taipei, y madrugando lo suficiente se puede organizar una visita de ida y vuelta en el mismo dÃa. Tiene una estación de tren no muy lejos de la entrada donde además es fácil alquilar un coche, moto o bici, o por no mucho más del alquiler de las cuatro ruedas contratar todo el dÃa a un taxi que te pare donde quieras.
No se acaba pagando demasiado por las cosas. La mayorÃa no superan tres o cuatro euros de precio final. Lo más codiciado son las mochilas, que pueden llegar hasta diez euros. Cuando alguien consigue algo, los que tiene a su alrededor se mueren de la curiosidad por ver el contenido de la bolsa. Puede ser desde ropa sucia hasta ¡un portátil!.
En Japón guardan los objetos perdidos por unos meses (creo que eran 6) y si no encuentran al dueño en ese tiempo, el que se lo encontró tiene la opción de quedárselos. Aunque claro, supongo que los que se encuentre el operario del tren no entrarán en esa dinámica, como tampoco aquellos con los que se pueda identificar a la persona.
La tercera vez fue hace apenas unos meses, y me di cuenta a ser porque recibà una carta de la policÃa de la prefectura de Akita (700 km al norte de Tokyo) donde me dicen que han encontrado mi tarjeta de Alien, y que me pase a buscarla cuando quiera. Como si fuera un chiste. Alien, perdiste tu tarjeta, Akitá. Resulta se me cayó en el Shinkansen y llegó hasta el final de la lÃnea. Al final conseguà hacerles entender que me pillaba un poco a desmano pasarme por allà (34.000Â¥ ≈ 300€ ida y vuelta en tren) y que si me la podÃan enviar. Asà hicieron… menos mal… la verdad es que si no hubiera dicho que se me ha perdido y tras unas pocas reverencias de perdón en el ayuntamiento de aquà te emiten otra.
Esquivando grácilmente preciosos cúmulonimbos un piloto mexicano viviendo en Singapur consiguió aterrizar en Taipei el pequeño A320 de JetStar. Pequeño digo yo… es que me tienen mal acostumbrado en Asia con tanto widebody. El mexicano tan simpático me permitió olisquear un poco por la cabina, hacÃa años que no pasaba a una, últimamente están demasiado paranoicos con los temas de la seguridad. Mi única arma, la cámara colgada del hombro.
A veces cuando no sabÃa dónde estaba decidÃa mirar hacia arriba, buscando el Sol. Demasiado alto aún. No merece la pena ver el mapa. Sigamos por allá, que parece que hay una calle con soportales (¡sombra!). Tan pronto aparecÃa en un mercado de verduras como en un barrio señorial.
Dejo para el final el Taipei 101, un edificio de tantas plantas como dálmatas en la pelÃcula. IncreÃblemente enorme. La vista se pierde contando los niveles de la especie de pagoda que simula.
Subir es fácil y rápido. Tardas más en pagar los casi 400 dólares de taiwán (10€) que cuesta la entrada, y no porque te lo pienses dos veces (¡hay que subir sà o sÃ!) sino porque el ascensor te eleva a medio kilómetro de altura en menos de 40 segundos. Los oÃdos no lo notan porque un sistema de presurización cambia la presión de forma gradual. Una vez arriba… Taipei a tus pies.
Con esto termino con Taipei. El edificio es todo un sÃmbolo para la ciudad. Casi todas las ciudades tienen algo que las identifica de esta forma. Torre Eiffel, Big Ben, Estatua de la Libertad, Tokyo Tower, Sagrada Familia…. me da pena que Madrid no tenga algo que la identifique. Un creador de Skyline.
Taiwán tiene un olor distinto. A medida que más viajo más me doy cuenta de cómo cada paÃs o incluso cada ciudad tiene un olor caracterÃstico. Un olor que no puedes recordar bien, pero que cuando estas, lo identificas claramente. Y a mi Taiwán me olÃa a China. Pero no es China.
De todas formas en el fondo tienen la misma sangre. Taiwán está lleno de lo que habitualmente llamamos chinos. Es decir, personas asiáticas de la etnia Han, que ya de paso y por curiosidad, son uno de cada cinco terrÃcolas (en mi familia somos cinco, y me temo que me toca a mi ser el chino). El caso, los Han son el 98% de los taiwaneses, una proporción incluso mayor que en China continental (92%) [ver comentario de Jen para más detalles]. Resumiendo, Taiwán está lleno de chinos, pero no es China, pero se hacen llamar “República de China”.
¿Y cómo se comportan?, pues me alegró ver que no dejan de lado sus orÃgenes chinos y, sin llegar a ser maleducados ni groseros, son bastante más abiertos y permisivos que otras razas de ojos rasgados que encontramos por estas tierras. Por ejemplo, nunca los veremos con la barriga al aire para transpirar mejor (lo vi en China), pero no se cortan a la hora de subirse al tren cargados de comida y bebida para amenizar el viaje, incluÃdos esos huevos fermentados en salsa de soja con vinagre que venden en todos los convinis.
Pues eso, volvà sano y salvo y dispuesto a darlo todo. De hecho ya le he pegado otra revisión al paper. Y otra más que toca para este fin de semana. Son auto-revisiones antes de enseñárselo a los profesores, que seguro le encontrarán cientos de cosas a corregir (literalmente). Pero bueno, asà se aprende.
Y mientras tanto os dejo con un videoclip muy divertido en Tokyo de la canción “Read my mind”.
Venga, vamos a dar alguna senal de vida. Ahora mismo estoy descubriendo la provincia Taiwanesa de Hualien (este de la isla, la zona mas despoblada pero con mas zonas naturales). Y la mejor forma de hacerlo es teniendo un par de ruedas con las que poder moverse libremente.
Esta vezla moto es mas potente que cuando alquile una en la coreana isla de Jeju. No tengo ni idea de cuantos cc tendra, pero se nota el empuje cuando le retuerces el extremo del manillar. El caso es que ni siquiera me han comprobado el carnet de conducir para poder alquilarla (no lo entendian a pesar de estar traducido a varios idiomas). Al final a los de la tienda les basto con pagarles por adelantado (10E por dia), mi nombre y firmar en un papel con muchas cosas escritas en chino. Me parece un buen trato: tu no entiendes mi licencia y yo no entiendo tu contrato pero los dos quedamos contentos.