Taipei. Hasta ahora no había pensado en esta ciudad más allá de la publicidad que veía en las agencias de viajes japonesas. No me imaginaba como sería. Así que lo tomé como un juego, llegar a la ciudad y empezar a descubrirla por mi cuenta. Y eso fue lo que me atrajo aquí, aparte claro está de la necesidad vital de escapar de Japón de vez en cuando.
Esquivando grácilmente preciosos cúmulonimbos un piloto mexicano viviendo en Singapur consiguió aterrizar en Taipei el pequeño A320 de JetStar. Pequeño digo yo… es que me tienen mal acostumbrado en Asia con tanto widebody. El mexicano tan simpático me permitió olisquear un poco por la cabina, hacía años que no pasaba a una, últimamente están demasiado paranoicos con los temas de la seguridad. Mi única arma, la cámara colgada del hombro.
Después un recorrido de una hora en autobus con pantallas individuales (¡lo nunca visto!, porque ni una funcionaba), llegué a Taipei city ya con todas las estrellas en el cielo y los neones encendidos colgando de las paredes. Si sólo son las 7pm. Y es verano. Aún no entiendo cómo en algunos sitios pueden vivir haciéndose de noche tan pronto.
Estaba cansado, así que me fui al hostal que había reservado un par de días antes: The meeting place. Lo elegí porque el nombre me gustó y además era el más barato de la ciudad. Una vez allí me encontré con una cálida bienvenida. Los dueños muy simpáticos, y el local tremendamente amplio, con espacio suficiente para poner un proyector y ver películas en una pared de 4m de ancho. Aunque lo mejor de todo, la gente que por ahí andaba: un carnicero australiano más joven que yo, unas coreanas con miedo a la noche y varios norteamericanos con sus peculiaridades varias. Un lugar 100% recomendable.
Y a descubrir la ciudad. Con mucho calor, pero con puestecitos para reponer líquidos en cada esquina. Algunos tenían menú en inglés, otros no. Bueno, da igual, pues elijo ESTE (digo señalando uno cualquiera). Y sorpresa. A veces acertaba, otras no tanto. A pesar del calorazo la gente no deja de hacer yoga en los parques por las mañanas. Quizá les refresque. Quizá debería planteármelo.
Sigamos perdiéndonos siguiendo las grandes avenidas hasta el infinito, merodeando las calles de los alrededores, y escudriñando hasta el último callejón. Cualquier lugar era nuevo para mí, así que merecía la pena aventurarse.
A veces cuando no sabía dónde estaba decidía mirar hacia arriba, buscando el Sol. Demasiado alto aún. No merece la pena ver el mapa. Sigamos por allá, que parece que hay una calle con soportales (¡sombra!). Tan pronto aparecía en un mercado de verduras como en un barrio señorial.
Taipei, como otras muchas ciudades asiáticas, no tiene centro, sino varias zonas que podríamos catalogar como importantes: Main Station, Ximen, el palacio presidencial, un memorial a nosequien (como lea esto un taiwanés…), el zoológico, etc.
Uno de los mejores lugares que visité está hacia el sur de la ciudad, hay un teleférico en el que por poco más de 1€ te lleva durante 30 minutos de montaña en montaña. Silencio, relax, sólo el bosque a tu alrededor, y a lo lejos, los edificios que cada vez se hacen más y más pequeños a medida que el Sol cae sobre ellos.
Oscureció. La noche en Taipei es de los mercados nocturnos. Me dieron una lista con más de veinte de ellos… tranquilo, me digo… no pienso visitar tantos. Iré a los que me vengan bien, o a los que se me crucen por el camino. En los mercados vendían ropa, comida, e incluso te podías jugar unos pocos dólares disparando a globos. Lo más extraño que probé… tomates caramelizados.
Dejo para el final el Taipei 101, un edificio de tantas plantas como dálmatas en la película. Increíblemente enorme. La vista se pierde contando los niveles de la especie de pagoda que simula.
Subir es fácil y rápido. Tardas más en pagar los casi 400 dólares de taiwán (10€) que cuesta la entrada, y no porque te lo pienses dos veces (¡hay que subir sí o sí!) sino porque el ascensor te eleva a medio kilómetro de altura en menos de 40 segundos. Los oídos no lo notan porque un sistema de presurización cambia la presión de forma gradual. Una vez arriba… Taipei a tus pies.
(¡con terraza al aire libre!)
Este edificio ya ha tenido que sufrir varios terremotos y superar el paso de no pocos tifones. Lo protege un enorme péndulo metálico que absorve y compensa las vibraciones que pudieran ocurrir. A partir de ahora podéis pegarle patadas al edificio que ni se va a inmutar (Godzilla, King Kong y otras bestias similares por favor abstenerse).
(para los arquitectos, aquí podéis verla en acción)
Con esto termino con Taipei. El edificio es todo un símbolo para la ciudad. Casi todas las ciudades tienen algo que las identifica de esta forma. Torre Eiffel, Big Ben, Estatua de la Libertad, Tokyo Tower, Sagrada Familia…. me da pena que Madrid no tenga algo que la identifique. Un creador de Skyline.
5 comentarios ↓
Oye, pues el piloto ese no tendría un padre piloto en Singapore Airlines, no?? Porque recuerdo una familia mexicana que conocí (bueno, en realidad conocí sólo a la mujer) cuyo marido era piloto de Singapore Airlines y el hijo también era piloto!! Jajaja!!
Hay dos faltas de ortografía que me han hecho reír bastante ;)
Tiene muy buena punta esta ciudad… Habrá que conocerla (igual que Japón y todos esos lugares maravillosos donde has estado!)
Isra, pues por desgracia no pude hablar mucho con él. Me hubiera encantado pasar un rato durante el vuelo y charlar. De todas formas me mantendré en contacto, tengo su email y prometí pasarle la foto.
Carles ¿qué faltas de ortografía?, aparte de un par de letras que me he comido y alguna falta de concordancia producto de acabar el post más cerca del amanecer que del anochecer, no veo nada más
Cierto que Taipei no tiene un conjunto de rascacielos tan imponente como otras ciudades de Asia: Shanghai, Hong Kong, Singapur, Tokyo (Shinjuku) pero el Taipei 101 da mucho carácter a la ciudad, es muy elegante.
Supongo que de aquí a unos años Madrid será identificada por las Cuatro Torres. Han creado otro skyline, aunque me gustaba más la zona de Azca con Torre Europa y Torre Picasso.
La verdad, las cuatro torres de Madrid son bonitas, pero pillan un poco a desmano y no son tan especiales como el Taipei 101 por ejemplo. Por mi parte prefiero las torres inclinadas de Pza. Castilla, aunque no sean muy altas.
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