Entradas escritas en enero de 2010 ↓

Pusan

Pusan, Busan, 부산, 釜山, nunca me queda claro cómo llamar a esta ciudad. La llamaré Pusan porque así la he llamado todo el tiempo que he estado en Corea.

Pusan es la segunda ciudad de Corea del Sur, una ciudad de mar, con vistas al mar de Japón. Apenas sé de la ciudad que fue refugio de los coreanos cuando hace 60 años a los del norte se le cruzaron los cables e invadieron el sur. Por esta vez se libró, porque anteriormente había servido como puerta de entrada de los japoneses hacia Corea, China, Rusia, y a saber hasta dónde hubieran llegado. Se desmadraron después de que les enseñasen un poco de mundo, tras un par de siglos encerrados en sus islas (para protegerse de los ataques a su cultura).


Ver mapa más grande

A lo que iba. Pusan NO es una ciudad rodeada de montañas, es una ciudad que rodea montañas. Así, de buenas a primeras te encuentras con un monte de unos pocos cientos de metros en medio de la ciudad. Es una ciudad desperdigada, desarrollada de forma lineal a lo largo de la costa y entre montañas (a veces forma anillos).

Pusan desde el aire

Durante los tres días que estuve en Pusán no hice otra cosa que pateármela de extremo a extremo, metiéndome tanto por las callejuelas más oscuras y solitarias como por los mercados más concurridos. Me sorprendió lo viva que está la ciudad, gente por todas partes, un montón de carteles publicitarios y neones que intentan atraerte a saber dónde (aún no leo coreno, pero no es complicado).

Como siempre, los coreanos menos tímidos que los japoneses, y de vez en cuando uno se ponía a hablar contigo con las cuatro palabras que acababa de aprender en la clase de inglés :D. El tema de conversación, en cuanto les dices que eres de España, acaba en si el Real Madrid o el Barcelona son mejores (y barça es más conocido), que si España ganó la copa de Europa hace un par de años (y no se acuerdan de lo que pasó en el mundial), o de que les encanta la paella de marisco.

Bueno, ahí van las fotos. Primero, las calles de día:

Calle de Pusan

Acicalándose en el semáforo

Llevando la comida

Ahora de noche, cuando los neones brillan y todos los gatos son pardos:

Barrio Ruso

DSC_1740

Calles de Pusan

Calles de Pusan

Diciembre

Las calles se llenan de publicidad por las noches. El suelo llega a no verse de la cantidad de papeles que hay. Al amanecer los limpian, pero siempre queda alguno. Es publicidad para tímidos, para que mientras vas cabizbajo andando por las calles la leas, y mires el mapa, y tus pies te dirijan hacia donde dan los supuestos “masajes”.

Publicidad

Mercados, muchos mercados. No te los encuentras por la calle, hay que alejarse un poco de los centros que tiene la ciudad. Allí te venden de todo, y especial mención tienen las sublimes algas kim, delgadas como el papel pero sabrosas como una ensalada de marisco, que se te deshacen en la boca rápidamente y el cuerpo te pide más, y más, muy adictivas, quien las ha probado lo sabe.

Mercado en Pusan

Gambas a granel… ¿para la sopa?

Mercado en Pusan

Kimchi, verduras fermentadas en salsa picante. Suena mal, así que no os lo comáis y dejádmelo todo para mi.

Mercado en Pusan

Capullos de gusanos de seda. La verdad estos no sé si serán para comérselos, hacer mantones de manila, criarlos, o a saber qué.

Capullos de gusanos de seda

Y unas pocos fotos más de los mercados:

Carnicero

Mercado en Pusan

Mercado del pescado

Mercado del pescado

Mercado del pescado

Y en los mercados también se come. No es que sea plan de comerse un pescado de esos así crudos (aunque podría hacerse), pero hay puestecitos que venden de todo, como pasteles rellenos de judías rojas, pasta de harina  hervida, sopas de pescado, etc:

Puesto callejero

Mercado del pescado

Mercado del pescado

Mercado del pescado

Más de Pusan, el templo Haedong Younggung, construído junto al mar. Un poco lejos porque queda a 1h o así del centro de la ciudad. Me hubiera gustado estar allí para el amanecer, o temprano en la mañana (fui al atardecer).

Haedong younggung

Y por último, la torre de Pusan. Tantas y tantas ciudades tienen torres turísticas. No suelo subir a ellas porque me parece que son demasiado caras, pero en esta me animé porque tenía un rato muerto (y no era tan cara).

Torre de Pusan

Desde arriba, buenas vistas como la primera foto de este post, y un cartel en una de las ventanas que decía algo así como: si vienes con tu novia, dile que mire por esta ventana hacia abajo. Y contraviniendo al cartel voy yo me asomo:

Mira abajo

Vaya, parece que la ciudad de Pusan me quiere.

Pero es hora de irse. Y Pusan no quería que me fuera. Mi próximo destino, y ya el último en Corea, era la isla de Jeju, a unos 300 kilómetros hacia el sur. Mi plan inicial ir en barco durante el fin de año. No pudo ser porque todos los barcos para esa semana ya iban llenos. Así que me tuve que conformar con ir en avión :(. Por suerte hay aerolíneas low cost que funcionan como en el sudeste asiático, pudiendo comprar un vuelo con un par de días de antelación por 30~40€. Mañana os cuento más de la isla.

Delayed

Tengo frío

Tengo frío. El invierno hace ya más de un més que llego, pero ahora tengo frío. Y aunque la semana pasada el termómetro llegase a marcar 18º, eso fue algo un poco excepcional, y en este momento en el exterior hace 8º y bajando… y yo no sé dónde meterme del frío que tengo.

En el laboratorio a nada que te descuides les da por apagar la calefacción, abrir las ventanas (aunque a veces las abren sin siquiera haber apagado antes la calefacción) y ponerse a trabajar con el abrigo puesto mientras se cuentan los últimos cotilleos del fin de semana. Afortunadamente esto sólo pasa por las tardes… porque por las mañanas no hay (casi) nadie.

La biblioteca tuvieron la magnífica idea de construirla a medias entre dos edificios, y como aquí todos los edificios tienen que estar separados por si llega un terremoto… pues para comunicar una zona con otra tienes que salir al aire libre. Afortunadamente hay puertas automáticas, pero cada vez que alguien atraviesa por ahí (separa la zona de lectura de la zona de fondos) sientes la corriente.

En la cafetería tampoco, porque la gente se sale a fumar a la terraza dejando la puerta abierta detrás suyo, aparte de que no es un lugar adecuado para estudiar porque la gente no habla en tono normal… bueno, como no pocas veces en la zona de lectura de la biblioteca.

Otra alternativa a considerar son los baños, porque aunque también tienen las ventanas abiertas, al menos la taza está a unos agradables 40º, y de esta forma si andas concentrado en los reports no necesitas siquiera perder el hilo cuando lleguen las necesidades fisiológicas.

Pero bueno, sabéis qué, me marcho a casa. Me dá igual que crean que me marcho a casa a dormir o a vaguear (como hacen ellos). En casa también se trabaja. Allí por lo menos tengo doble ventana  (no por consideraciones térmicas, sino porque el tren pasa cerca), un aire acondicionado con bomba de calor y una carpeta alfombra eléctrica para calentarme los pies. Con eso me basta para ser feliz  en este momento :).

Actualización: veo que no soy el único que tiene frío en Japón (breve y bonito, ¡merece la pena leérselo!)

Sopa de perro

Hay gente que cree que los chinos comen perro y gato en su dieta habitual. No sé si eso será así. Lo que sí puedo decir es que los coreanos comen perro. No es un plato habitual, pero tampoco excesivamente extraordinario.

La palabra coreana bosintang (보신탕) quiere decir “sopa vigorizante”, porque a la carne de perro se le atribuyen tales propiedades. Se la dan a los niños para que se hagan hombres fuertes, a las personas enfermas para que mejoren, y también me han contado que es buena para los problemas de garganta. Todo esto dicen que es por las hormonas que hay en la carne de perro. Podría ser, pero no creo que se hayan hecho muchos estudios al respecto.

No se encuentra en los restaurantes de las zonas más turísticas, pero basta ponerse a callejear un poquito o acercarse a los alrededores de algún mercado y preguntar sin reparo Bosintang? para que te guíen a uno. Así hice yo en el Yeongdeungpo Market (영등포시장). Nadie me puso cara rara, si acaso una risa pícara a la vez que me guiaron a un lugar normal en el que, en efecto, en la carta se podía pedir bosintang (보신탕) a un precio adecuado: 8000 Won (5€), incluyendo como es costumbre todo tipo de guarniciones en pequeños platitos y un café al acabar de comer.

Sopa de perro

Sopa de perro

Sopa de perro

Esa carne que veis ahí es perro. Había más, como diez o doce trozos, aunque las verduras hacen de camuflaje. El sabor no tiene nada especial, insípido incluso diría, aunque tiene algo característico que hace que si lo vuelves a comer lo reconozcas como carne de perro.

Para librarse de críticas, el gobierno de Corea decidió hace unos años quitarlo de la lista de ingredientes oficiales. Ahora está en un vacío legal. No está permitido, pero tampoco prohibido. A los occidentales puede parecernos algo terrible comerse un perro, pero es similar a lo que piensan los japoneses o coreanos (especialmente las chicas) cuando les hablas de lo delicioso que está el conejo al ajillo, porque se imaginan a un conejito blanco siedo frito y refrito con ajos en la sartén. En Corea distinguen a los perros que se comen de los que no se comen, y he llegado a ver una persona vendiendo carne de perro con un perro de mascota (por supuesto, vestido y con moños de colores). Podrá parecernos cruel, pero todo es cosa del choque cultural y de tratar de imponer nuestros principios éticos y morales a todo lo que vemos por ahí.

Después de comerlo, me fui a dar una vuelta por el mercado. Y encontré lo que no esperaba encontrarme. Un perro pelado y abierto dentro de un congelador. Después de mirarlo unos segundos, saqué la cámara y me dispuse a hacerle una foto. Mientras enfoco, justo antes de apretar el disparador, escucho un grito que me deja seco. Viene corriendo la encargada del puesto diciendo que nada de fotos. Me dejó más impresionado su grito de terror y pavor que la imagen del bicho congelado. No hice la foto.

Unos días más adelante, en Busan, tuve ocasión de acercarme por otro mercado. Y ahí ya sabía lo que buscaba. Sin esconder la cámara pero sin ser descarado pude hacer fotos a todo. Os las enseño. En las más duras pondré sólo el link, y que haga click quien quiera.

Los perros los venden como una mercancía más en la carnicería. Como si fueran patos, cabras o corderos. Y no sólo perros… gatos también (en la primera foto, los perros están enjaulados a la izquierda del cartel rojo).

Gupo Market - Dog

Gupo Market - Cats

Gupo Market - Dog

Gupo Market - Dog

El cartel anuncia lo que vende:

Gupo Market - Dog

Gupo Market - Dog

Gupo Market - Dog

Gupo Market - Dog

Gupo Market - Dog

Carne de perro lista para cocinar (no Flickr click aquí).

Foto de perro abierto en congelador 1 (no Flickr click aquí)

Foto de perro abierto en congelador 2 (no Flickr click aquí)

Foto de perro abierto en congelador 3 (no Flickr click aquí)

Estuve hablando con la mujer dueña del congelador anterior. Curiosamente llevaba un perrito (mascota) en brazos. No hablaba inglés, pero podíamos comunicarnos. Entendía que hay gente que le parece repugnante, pero era su forma de ganarse la vida. Un perro entero tamaño mediano de los del congelador cuesta unos 50.000 won (30€), mientras que uno vivo grande ronda los 100.000 won (60€).

Yo no lo comería de forma habitual, pero probar la gastronomía local es parte del conocimiento de una cultura. Después de tomar cococrilo frito en Panamá y pescado crudo en Japón, no veía por qué no probar la sopa de perro coreana.

El encanto de Japón

Sin nada más que añadir, porque esta frase de Javi lo dice todo.

Con tatemae o sin él, Japón es así, y precisamente en eso consiste su encanto ¿no te parece? Pero creo que, a pesar de los formalismos y de la aparente frialdad, detrás hay verdaderos sentimientos. Una forma de sentir muy distinta a la nuestra.

¿Quién es Javi?, pues un tipo estupendo que, entre otras cosas, es capaz de cambiarse de ropa y ponerse un kimono en los aseos del Shinkansen.

Cooking Nanta!

Uno de los mejores momentos en Corea lo pasé dentro de un teatro viendo el genial musical de Cooking Nanta, en activo desde 1997 y que ya ha dado varias giras mundiales. No os lo perdáis la próxima vez que se acerque por vuestra casa.

Al principio me esperaba una coreografía haciendo música con cuchillos y otros cacharros de cocina, pero era más. Era una historia de cinco personajes: el jefe exigente, el cocinero responsable, el que no se entera de nada, el listo y la chica guapa. Aunque la historia era un segundo plano, una excusa para dejar paso a malabares, trucos de magia, pantomima, lecciones de cocina, y eso sí, mucha música y mucho ritmo.

Nanta

Nanta

Nanta

Nanta

De vez en cuando incluso interactuaban con el público, desde lanzándoles frutas y verduras hasta cogiendo a un par de ellos para darles de comer una cosa pringosa mientras les casaban en la misma cocina.

El precio, 50.000 Won, lo que vienen a ser 5.000 pesetas. Un poco caro, sobre todo para ser la entrada más barata (aunque no por ello con mala visibilidad). 80 minutos en los que no paran, y al salir tienes que controlarte para no liarla dando golpes en las papeleras… uhm…. quizá por eso no hay papeleras en Corea.

Daegu

No iba a estar en Seúl toda mi estancia en Corea, así que salí hacia el sur. Mi idea iniciar era ir a Pusan, pero el día del viaje en sí lo tenía libre. Y como el día anterior me habían enseñado unas fotos de un Buda con sombrero, decidí ir a buscarlo.

Buda de Gatbawi

En Corea como en Japón lo más eficiente es moverse en tren. Así que desde la estación de Seúl lidié con una máquina de billetes (posiblemente más intuitivo y con mejor conocimiento de inglés que el taquillero). Por cierto, las estaciones de trenes están llenas de militares, es lo que tiene que la mili dure dos años en este país.

Militares en la estación

Homer en el Ejército

Tren militar

Esperando al tren

KTX

Un KTX de alta velocidad como el de la foto anterior y otro tren más lento pero en el que era imposible aburrirse me llevaron a mi próximo destino: Daegu.


Ver mapa más grande

Allí no tenía tiempo que perder. Y perdí un montón de tiempo buscando una taquilla donde dejar el equipaje, puesto que el Buda estaba en lo alto de una montaña, y no pensaba hacer del camino una peregrinación. Encontré una en la que la única medida de seguridad era tu dedo. Lo metías por un agujero, le sacaba un par de fotos, y listo, metes el equipaje y a marcharse a otra parte. Me costó comprender cómo funcionaba. Y de lo frías que tenía las manos le costó a la máquina entender que mi dedo era de verdad, de una persona viva. Cómo calentar un dedo y que posteriormente siga siendo reconocible en una foto lo dejo a vuestra imaginación.

Locker

Pues venga, deprisa y corriendo a subir a la montaña. Muy bonito el paisaje, pero no tengo tiempo para verlo, que anochece.

Subida a la montaña de Daegu

Subida a la montaña de Daegu

Y cuando llego arriba ¡Ay cuando llego arriba!… no hay nada. No hay buda. No hay templo. Sólo una bonita vista al atardecer. Ya decía yo que los últimos cien metros se me antojaban algo salvajes.

Atardecer en Daegu

Y miro al lado… y veo lo que ya me imaginaba. La montaña a la que debería haber subido. ¡Ouch!.

Subida a la montaña de Daegu

Pues venga, bajar al valle y volver a subir. 200m de desnivel para abajo y 300m más para arriba. Corro. Quiero ver el Sol poniéndose. Maldito Buda con sombrero. Quién le mandaría irse a la montaña de al lado. Pero llego. Justo a tiempo. Sudando por todas partes y con la lengua en los tobillos. Quién diría en la siguiente foto que acababa de pegarme una paliza… y que hacía 0ºC !.

Buda de Gatbawi

Gatbawi

Un ratito por ahí arriba, y a bajar de nuevo, ahora también corriendo porque se me hace de noche y caminar por la montaña de noche sin linterna se antoja complicado.

Gatbawi

Gatbawi

En la estación no tuve problema para abrir la taquilla de nuevo (esta vez ya me sabía el truco). Y con las máquinas de billetes también sin problemas. Aunque me sorprendió que no existiera ningún tipo de torno ni control de acceso a los andenes, ni siquiera me crucé con el revisor en los tres trenes que cogí. En la estación, tan sólo una línea amarilla pintada en el suelo tras la cual se supone que no puedes estar sin billete ¡y la gente lo cumplía!.

No tornos

Y me encontré con una bonita estampa que hacía años que no veía (cuando iba a Madrid en autobús). Una pareja despidiéndose. El tren se va acercando y ella rompe a llorar. Él trata de consolarla con palabras que no entiendo. La chica sube al tren, es una parada corta, el tren rápidamente se pone en marcha y desde mi asiento veo la silueta del chico corriendo por el andén, hasta que se pierde de vista.

Despedida

Seúl es frío

Sabía que estas navidades no iban a ser como las anteriores: en la playa a 30º. Este año tocaba pasar frío.

El primer día hacía 3º y yo ya andaba helado. La guía de uno de los palacios dijo que no era para tanto, a la vez que se quejaba del calentamiento global. Luego, al llegar de vuelta al hostal me daría cuenta que parte del frío que tenía era por un roto tamaño mandarina en la entrepierna de los pantalones.

Cuando un par de días más tarde vi la previsión del tiempo decidí que esta vez no me iba a pillar desprevenido. Anunciaban -7ºC de máxima, y hasta -20ºC de mínima. Así que me armé con capas y me lancé a seguir descubriendo Seúl:

Capas

Abajo: dos pares de calcetines, malla térmica, pantalón de algodón y vaqueros.
Arriba: camiseta térmica, camiseta de algodón, camiseta normal, forro polar, cortavientos, abrigo, tres pares de guantes y gorro.

Llamadme exagerado, pero ese día no pasé frío. Pero… ¿cuánto frío hacía?. Por la noche cayó una buena nevada, y la nieve cuajaba nada más caer. No tenía motivos para no cuajar. Y se acumula. Y dá igual que los coches la pisoteen que va a seguir ahí, comprimiéndose y formando peligrosas (divertidas) capas de hielo.

Nieve en Seúl Nieve en Seúl

Nieve en Seúl

Los coches no tenían problemas para moverse por la calle. Supongo que usarán neumáticos de invierno. Al estar en marcha derretían la nieve que tenían sobre el capó del motor, y al caer volvía a helarse formando estalactitas en los bajos:

Nieve en Seúl

La gente sigue su vida de forma normal. Unos niños se lanzan bolas de y otros dibujan sobre la nieve.

Nieve en Seúl

Caritas de piedra y nieve

Nieve en Seúl

Pero te das cuenta del frío que hace cuando ves palomas y gatos refugiados dentro de las papeleras (de las pocas que hay).

Paloma con mucho frío

O cuando echas un poco de agua por una barandilla y se congela al instante.

Nieve en Seúl

Y puedes ver dónde el río empieza a mezclarse con el mar (a mayor salinidad, menor el punto de fusión).

Donde el río se convierte en mar

Y esto es normal. Más tarde, durante mis últimos días en Corea, llegó una ola de frío que por poco me pilla. Como en todas partes hubo vuelos cancelados, trenes que no podían circular y carreteras cortadas. Pero la gente no estaba pidiendo explicaciones de malas formas y quejándose ante quien no tiene la culpa. Se asume. Es algo excepcional, tiremos como podamos y en unos días ya se solucionará. A ver si aprendemos.