El segundo dÃa fue el que menos llovió. Sólo lo hacÃa a ratos. Ahora sÃ, ahora no. Con el paraguas a todas partes porque estábamos temiendo que cayera una como la del dÃa anterior. En cualquier momento podÃa pasar. Pero no pasó.
Y el tercer dÃa fue el que más nos mojamos. No iba a llover. No iba a hacerlo según la predicción del tiempo. Asà que nos fuimos en bicicleta a recorrer la isla. Cuando estamos ya lejos de la ciudad, más o menos dando vueltas por ninguna parte, entramos a un convini a comer. Adivinad que pasó. Pues sÃ, comenzó a llover. Y tenÃamos que devolver las bicicletas, y en unas horas salÃa nuestro vuelo. Arriesgamos todo. Con ayuda de unas bolsas cubrimos nuestros objetos menos acuáticos (cámara, móvil, documentación) y nos lanzamos a la lluvia. ¿Charcos de agua empantanada? ¿salpicones de los coches? ¿ruedas a medio desinflar?, creo que hubo cosas de esas, pero nos dio igual. La prioridad era llegar de vuelta al hostal con tiempo para recoger las cosas, y con suerte, que nos dejaran pegarnos una ducha antes de volver al aeropuerto.