Me levanté temprano porque habÃa quedado para hablar por Skype. LlovÃa mucho, y el viento estampaba las gotas de agua contra mi ventana. Tuve que tapar con cinta adhesiva las rejillas del cuarto de baño porque estaba entrando agua y me mojaba los pies mientras me cepillaba los dientes. No pensaba salir de casa con este tiempo, asà que esperé un poco a que escampase. Y vaya que si lo hizo.
De pronto deja de llover, y unos tÃmidos rayos de sol se ven por un hueco en las nubes. Salgo desconfiado, armado con un paraguas transparente. No puedo tirar la basura, no sé dónde están los cubos. Habrán saltado la valla y volado calle abajo. Todo era un desastre lleno de ramas partidas, hojarasca, papeles y algunos carteles tirados.
En la universidad más de lo mismo. Charcos donde no deberÃa de haberlos, hojas por los pasillos hasta en el quinto piso, por cortesÃa del erebeetaa (o ascensor como dirÃamos en castellano).
Me entero de que han cancelado de forma oficial la inmensa mayorÃa de clases. Pero dá igual, en Keio y a estas alturas de Master las clases son algo anecdótico. Se ve poca gente por la escuela. Los pasillos están desiertos. Bueno tampoco es tan raro, sólo son las 10 de la mañana. Aún queda un buen rato para que la gente vaya llegando.
Afortunadamente no han cancelado la conferencia del Premio Nobel Richard Ernst. Muy buena. Intercalando su vida con explicaciones de sus estudios. Entretenida, y lo mejor de todo, motivante. Lo que más me gusta de estas charlas es el debate posterior, en privado con tus amigos y compañeros. En una de estas, nos vemos hablando con el profesor, y al rato estoy sentado en su despacho hablando acerca de mi futuro. TenÃa previsto hacerlo en breve y hoy era el dÃa ideal y además estaba de buen humor. Anuncia su buen humor poniendo música mientras hace sus papeleos.
Y en esas empieza a anochecer, temprano. Casi sin darnos cuenta el dÃa de hoy ha sido estupendo. Un poco mojado por la mañana, pero desde aquel rayo de sol que tÃmidamente se escapó de las nubes, el cielo se ha ido abriendo más y mas. No ha parado de brillar el sol. Mucho viento eso sÃ, pero que se llevaba las nubes lejos, muy lejos. Y el dÃa se despide sorprendiéndonos a los pocos que quedamos embobados mirando por la ventana del laboratorio.
Esta noche, por fin, he conseguido ver las estrellas en Tokyo.