[Voy a ir retomando la buena costumbre de publicar en el blog los artÃculos que escribo para otros medios, aunque sea con cierto retraso para evitar que estén disponibles a la vez que la versión en papel. Además, en esta versión electrónica poblaré el texto con fotos mÃas (algunas quizá no disponibles en la versión papel) y unos pocos links para quien desee información adicional.]
Columna escrita originalmente para la revista Aviación Comercial Nº 30 (Octubre 2010).
Mientras escribo este artÃculo en un dÃa soleado y caluroso del verano tokiota, el tifón “Malou” está entrando por el sur del archipiélago nipón. Ya ha cancelado cientos de vuelos con origen o destino en las paradisÃacas islas de Okinawa, y ahora duda entre seguir hacia el norte por el mar amarillo y atacar Corea o dar un giro y recorrer toda la costa pacÃfica de Japón hasta llegar aquÃ.
La aviación comercial se ve afectada por todo tipo de fenómenos meteorológicos: tormentas, niebla, nieve, huracanes y tifones, etc. Por si fuera poco, la pasada primavera un volcán islandés de nombre impronunciable y con afán de protagonismo decidió añadir un elemento más a la lista: ceniza volcánica.
Hay otras fuerzas de la naturaleza como las geológicas que también hay que tener en cuenta. Al fin y al cabo los aeropuertos están construÃdos bien en tierra firme o bien en una plataforma artificial sobre el mar. Ni terremotos ni tsunamis entienden de construcciones civiles, de forma que somos nosotros los que tenemos la responsabilidad de evitar o minimizar daños en estas instalaciones, sobre todo porque en ocasiones centralizan gran parte del transporte de un paÃs o región con sus vecinos. Bien lo sabemos quienes vivimos en una isla.
¿Y qué me decÃs de las aves que han sido dueñas del cielo durante millones de años?, en todo este tiempo no han necesitado de un sistema de ATC, asà que ahora venimos nosotros y tenemos que tener cuidado con ellas, y por supuesto con nuestros propios aviones, que pueden estar volando en una ruta distinta o incluso en condiciones de vuelo visual.
Otros fenómenos variables que afectan a la aviación son la corriente en chorro, presente en latitudes medias. Suele ayudar a ahorrar tiempo y combustible a los aviones que se desplazan hacia levante, aunque mejor evitarla si vamos en sentido contrario. Y hablando de vientos, incluyamos también al viento solar que, siguiendo al Sol en su periodicidad de (más o menos) once años, produce desde hermosas auroras boreales hasta dañinas radiaciones electromagnéticas, tanto para los sistemas como las personas a bordo.
Después de todos estos factores que pueden afectar a la planificación de un vuelo, parece increÃble cómo decenas de miles de aviones despegan cada dÃa y llegan a sus destinos con una relativamente alta tasa de puntualidad. No es azar ni casualidad, ocurre gracias a todas las personas que trabajan para hacerlo posible. Volando sólo vemos a los TCPs y (con suerte) a los pilotos, pero ahà abajo hay muchos más, asegurándose de que podemos llegar a nuestro destino. Y lo que es más importante, que podemos llegar de una forma segura. ¡Gracias a todos ellos!