Hualien Country es una región del este de Taiwán, enfrentada al océano pacÃfico, que recibe tifones y siente terremotos más de primera mano que el mismÃsimo Japón, pero no por ello deja de ser tremendamente hermosa.
Dos carreteras recorren la región de norte a sur. La Ruta 11, pegada al océano pacÃfico, y la Ruta 9, adentrada en un valle por el interior. Para gustos los colores, o las carreteras, porque dependiendo a quién preguntes te dirán que una u otra es la mejor, y eso sólo puede querer decir que las dos son tan buenas que realmente merece la pena verlas. Asà que sin poder decidirme bien, opté por recorrer ambas.
Salgo de Hualien City hacia el sur, y busco la Ruta 9. Es una carretera de uno o dos carriles por sentido dependiendo de la zona. Demasiado tráfico quizá, hay que ir por el arcén continuamente más pendiente de los coches que te adelantan y las bicicicletas que sobrepasas que del propio paisaje en sà mismo.
Duré poco en la Ruta 9 en sà misma, pero a su alredor tiene muy buenas alternativas, como la Ruta 193, antes vÃa principal y ahora secundaria que discurre más o menos paralela (digo más o menos porque tiene muchas curvas) a la Ruta 9. Tráfico inexistente, y paisajes si cabe incluso mejores. Además, tiene muchos caminos por los que meterse y explorar hasta llegar a una carretera secundaria aún más estrecha, con muchas más curvas, y con hormigas como único tráfico. Aunque a veces no tenÃan tantas curvas porque de ser no eran ni carreteras, sino atajos campo a través.
Iba con mapa, pero sin destino. Primero decidÃa dónde ir, y luego miraba el mapa. Hay que perderse, pero sin perder de vista dónde está uno. Sobre todo cuando tienes que volver antes de la medianoche, como cenicienta. Nada de carroza de cristal, el cielo era lo único que protegÃa todo aquello: agua para la tierra, sol para las plantas, y tormentas e inundaciones para las gargantas y montañas.
¿Y para las personas?, pues que las personas se valgan por sà mismas para vivir en este paraÃso. Que construyan puentes si se atreven, que alguien ya se encargará de inutilizarlos. Habréis oÃdo acerca de las inundaciones que cada año asuelan la isla Formosa, he aquà un par de ejemplos:
Además pude ver poblados de la época de la dominación japonesa abandonados. Curiosamente lo que mejor se conservan son las lÃneas ferroviarias. Quizá algún dÃa declaren a la Yamanote Patrimonio de la Humanidad, con lo que le gusta a los japoneses este tÃtulo, seguro que harÃan todo lo posible para que asà fuera.
Un poco más al sur, exactamente en la longitud 23º26″N, me cruzo con el trópico de Cáncer. Han montado justo ahà un parque muy interesante explicando qué es, cómo afecta a las estaciones durante el año la inclinación del eje de rotación de la tierra respecto al plano de la eclÃptica, qué ocurre el 26 de junio con unos cilindros, espejos y pozos que tienen ahà mismo (la luz lleva completamente vertical, y ésta se refleja), y relojes de Sol a mansalva. Interesante para pasar un rato. Lo que no sé es si cada año desplazarán todo el tinglado hacia el sur, porque el caso es que el trópico se desplaza unos quince metros hacia el ecuador cada año que pasa.
El reloj de Sol me dice que es mediodÃa, asà que es hora de ir volviendo. De noche no se ve gran cosa del paisaje natural, y aún me queda la Ruta 11 por recorrer. Cruzo la cadena montañosa por los 22 adorables kilómetros de la Ruta 64 y el mar se presenta frente a mi. Qué digo el mar… el océano.
Hay mucha agua. Tanto por encima como por debajo del horizonte. El agua de debajo a veces se acerca en forma de tsunamis. El agua de encima a menudo cae acompañada de rayos y truenos. Ante tanta agua a algún iluminado se le ocurrió montar una barca donde meter a dos parejas de cada especie. Como Godzilla y Godzillo no caben meten un par de huevos de esos que salen hacia el final de la pelÃcula.
Otros se refugian en cuevas, y cuando las cuevas no hacen de refugio (porque se inundan) meten unas barcas y venden la entrada a los incautos turistas que creen que habrá algo especial dentro. Pues no, nada de nada, pero al menos se estaba más fresquito que afuera.
Entre tanto por la carretera te encuentras miradores, castillos de encanto (encanto de parque de atracciones), olas rompiendo en rocas junto a la costa (aunque nunca de forma tan espectacular como en la isla de Sado),
Y las playas. Esas interminables playas de kilómetros de longitud, bordeadas por precipicios ribeteados con blancas nubes de algodón. No eran tran cosa para bañarse, pero los locales las usan como punto de partida para irse a pescar con sus barquichuelas siguiendo el estilo tradicional chino pero con materiales modernos, cambiando el bambú por tuberÃas de PVC.
Aquà acaba mi recorrido por la región de Hualien. Por cierto, si os gustan los insectos ir con moto es lo mejor que podéis hacer. Tendréis ocasión de degustar libélulas, abejorros y tragaros nubes de mosquitos. Si no os gustan los insectos, entonces mejor llevad un par de mascarillas… yo las eché en falta durante cada uno de los casi 500km que rodé.