Veo que os gustó el primer post de las fiestas de mi barrio. Ahora este segundo post va a contener algunas fotos, algunos vÃdeos, pero no todos han sido tomados por mÃ. ¿El motivo?, pues que yo aparezco. Sólo os digo que el dolor de hombros me duró tres dÃas.
Lo primero era prepararse, ponerse una prenda tipo yucata, una cinta para sujetarla en la cintura (o las caderas, dependiendo de cuál tienes más estrecha), y una especie de calcetines con suela cuya caracterÃstica más notable es que son como manoplas: el dedo gordo va aparte. Unas señoras mayores de la zona nos ayudaron amablemente, no sin antes sorprenderse de la forma del cuerpo de los extranjeros, bien por la altura, el tamaño de los pies, o la proporción cadera/cintura que os comento (porque muchos de los japoneses que participan suelen tener barriguita).
Y ahà estamos ya listos para cargar el Mkoshi por el barrio, para dar buena suerte a los vecinos durante el resto del año. Este templito portátil pesa mucho más de lo que podrÃa parecer, más de 300 Kg, y suponiendo que se lleva a medias entre unas 30 personas, pues sale a 10kg por persona… ¡ja!, porque la distribución de pesos es muy muy irregular. Aquà en cuanto estés por encima de la media de altura te toca cargar con más peso en tus espaldas, y si estás por debajo, más que cargar cuelgas, por lo que añades peso. No sé cuánto acabarÃamos llevando al final cada uno, pero de 10kg nada, bastante más.
Antes de empezar, se ponen todos los Mikoshis de las agrupaciones (supongo que será algo parecido a las hermandades en Sevilla) en el puente, y de ahà van saliendo por la calle Honcho abajo, luego se dispersan y cada uno va a su ritmo y eligiendo su camino por el barrio.
De vez en cuando paran enfrente de algún local (residencia de ancianos, restaurante, tienda, etc) y se le hace algún movimiento especial. A cambio de esta especial bendición, el dueño del local entrega algo de dinero para el mantenimiento del Mikoshi.
Aunque hay otros locales que en vez de dar dinero ofrecen un refrigerio a los costaleros. En este caso el supermercado Yokosan nos dio té fresquito, ¡gracias!
Al final, cuando ya cae el sol, se hace una ceremonia en la que se comparte una bebida (supongo que será o bien sake o algún tipo de caldo) de una marmita común, que se va bebiendo uno a uno en un vaso-caja cuadrada por una de las esquinas. Lo vi desde lejos, asà que no tengo fotos. Después, dependiendo de la cofradÃa, la gente puede reunirse a cenar, quedarse en un parque hablando, o dispersarse cada uno a sus casas. Normal después del cansancio. Aunque hay algunos que se cansan sin ni siquiera haber empezado:
(tomada antes de empezar la procesión)
Y poco más que decir, salvo que una experiencia asà merece la pena por conocerlo, aunque no lo volverÃa a repetir, creo que es hacerse daño y participar en un juego de masas que no tiene demasiado sentido más allá de la tradición. Aunque verlo desde fuera, ¡sin problemas!