Hoy he hecho algo malo: he cruzado la estación en bicicleta. VolvÃa de comprar unas cosas al otro lado, y no me apetecÃa darme una vuelta de kilómetro y pico para llegar a un paso a nivel y esperar a saber cuánto tiempo hasta que se levantasen las barreras. El paso a nivel es de nueve vÃas paralelas, asà que tarda lo suyo en abrirse.
El caso es que, despacio y con cuidadito empiezo a cruzar la estación en bicicleta. Sin montarme en ella por supuesto. Y al poco de entrar, me quedo a cuadros cuando escucho detrás de mi ¿oiga, usted habla español?. Era un hombre vestido con un mono de técnico. Perfectamente podrÃa ser un empleado de la JR. Pensaba que me iba a echar una reprimenda, luego tocarÃa hacer unas reverencias y decir que no lo vas a volver a hacer. Pero en ese momento eso me daba igual. Mi incógnita era cómo sabÃa que yo hablaba español, y antes de que diga nada se lo pregunto. La respuesta es que en su congregación tratan con muchos sudamericanos, y que entonces saben reconocernos. ¿Congregación de qué?, pregunto; de los Testigos de Jehová, responde.
Educadamente digo que no me interesa, y aunque charlamos durante un par de minutos acerca de lo que es Dios y demás, acabo marchándome bicicleta en mano con la tranquilidad de que, por ser gaijin, los guardias de la estación no me dirán nada por cruzarla. Otra cosa es que traten de captarte en sectas religiosas (y digo secta en el según la acepción 2. f. Doctrina religiosa o ideológica que se diferencia e independiza de otra).
Al otro lado de la estación está la peluquerÃa. Desde que me he mudado voy a esa porque trabaja una mujer japonesa que ha vivido en Brasil, y a pesar de las diferencias, mezclando Portugués, Español, Inglés y Japonés logras entenderte bastante bien. No está mal poder decir cómo quieres el corte de pelo después de llevar casi dos años sin poder hablar en la peluquerÃa.
Pero hoy no estaba, y el que me ha atendido me ha preguntado que si hablaba español. Él sabÃa unas pocas palabras, las básicas que puedes contar con los dedos de una mano (es decir, hasta 32). Me pregunta que de dónde soy, y le digo que de España. Y se queda muy sorprendido, me dice (en japonés), ah, entonces el idioma español viene de España. Lo acaba de comprender. Por si acaso le explico dónde está España, y que también existe otro paÃs que se llama Portugal y en el que hablan el portugués (aquà creen que sólo es en Brasil). Poco más hablamos, y de vuelta a casa.
Y una última anécdota de hoy. En la puerta del edificio habÃa un grupo de chicas y chicos de instituto reunidos, cantando y haciéndose fotos. Lo curioso es que se estaban también cambiando la ropa. Ellas se ponÃan los anchos pantalones gris de los chicos, y ellos se ponÃan las más o menos cortas faldas de cuadros de las chicas.
En el ascensor me he encontrado a un brasileño de mi residencia que, aunque ha nacido en Brasil, sus dos padres son japoneses. Nos reÃmos de lo que acabamos de ver enfrente del edificio y me comenta que, a pesar de su familia, nunca acabará de entender a los japoneses. Yo creo que tampoco, aunque me encanta descubrir estas cosas, diferentes puntos de vista, saber que lo que para nosotros es obvio puede no serlo para otras personas, y aún a pesar de llevar ya un tiempo aquÃ, seguir sorprendiéndome cada dÃa de lo que pasa a mi alrededor.