Al principio me esperaba una coreografÃa haciendo música con cuchillos y otros cacharros de cocina, pero era más. Era una historia de cinco personajes: el jefe exigente, el cocinero responsable, el que no se entera de nada, el listo y la chica guapa. Aunque la historia era un segundo plano, una excusa para dejar paso a malabares, trucos de magia, pantomima, lecciones de cocina, y eso sÃ, mucha música y mucho ritmo.
De vez en cuando incluso interactuaban con el público, desde lanzándoles frutas y verduras hasta cogiendo a un par de ellos para darles de comer una cosa pringosa mientras les casaban en la misma cocina.
El precio, 50.000 Won, lo que vienen a ser 5.000 pesetas. Un poco caro, sobre todo para ser la entrada más barata (aunque no por ello con mala visibilidad). 80 minutos en los que no paran, y al salir tienes que controlarte para no liarla dando golpes en las papeleras… uhm…. quizá por eso no hay papeleras en Corea.
No iba a estar en Seúl toda mi estancia en Corea, asà que salà hacia el sur. Mi idea iniciar era ir a Pusan, pero el dÃa del viaje en sà lo tenÃa libre. Y como el dÃa anterior me habÃan enseñado unas fotos de un Buda con sombrero, decidà ir a buscarlo.
Un KTX de alta velocidad como el de la foto anterior y otro tren más lento pero en el que era imposible aburrirse me llevaron a mi próximo destino: Daegu.
Pues venga, deprisa y corriendo a subir a la montaña. Muy bonito el paisaje, pero no tengo tiempo para verlo, que anochece.
Y cuando llego arriba ¡Ay cuando llego arriba!… no hay nada. No hay buda. No hay templo. Sólo una bonita vista al atardecer. Ya decÃa yo que los últimos cien metros se me antojaban algo salvajes.
Y miro al lado… y veo lo que ya me imaginaba. La montaña a la que deberÃa haber subido. ¡Ouch!.