Entradas escritas en marzo de 2009 ↓

Lo que te puedes encontrar encima del sillín

Acabo de llegar a la universidad, mientras venía he visto a una mujer con abrigo, bolso y sandalias con tacones venir también… ¡montada en bicicleta! Se me antoja un poco incómodo, aunque claro, tener que ir andando con ese calzado por las casi inexistentes aceras japonesas seguro que es peor. 

Aquí se ve a gente de todas las edades y condición montando en bicicleta, desde los niños más pequeños que aprenden rápido y no dependen de ruedines hasta ancianos encorvados que van cada día a hacer la compra en su arcaica y oxidada bicicleta que se lamenta con cada pedalada. Entre medias, hombres trajeados, madres con el niño en un portaniños, mendigos que cargan en ella todas sus pertenencias, y mujeres con abrigo, bolso y sandalias con tacones.

Carta de un estudiante en Japón

Parafraseando la carta de un erasmus en Helsinki, durante una espera en el aeropuerto de Estocolmo a Marta se le ocurrió adaptarla al caso japonés. 

1 de octubre

Hola familia:

Ya llevo casi un mes aquí. Y, la verdad, pensaba que se me iba a hacer más largo.

Pero es imposible que el tiempo aquí se haga largo. Cada día descubro mil cosas nuevas, formas de pensar y de vivir que nunca se me habían pasado por la cabeza. Todo eso me ayuda cada día a conocerme más a mi mismo.

Los japoneses son una gente curiosísima. Para ellos es importantísimo respetar a los demás y no defraudar a la sociedad. Por eso, incluso las tiendas suelen sacar las cosas a la calle sin tener que vigilarlo, porque nadie va a ser capaz de robar nada.

También valoran y aprovechan mucho su tiempo en la universidad; no como en España, que la gente tira el dinero del estado a la basura.

Y bueno, las vistas que hay desde mi habitación son increíbles: Tokio con el monte Fuji al fondo. Cuando abro la ventana siempre me acompaña el graznido de algún cuervo; me encantan estos animales, son mucho más inteligentes de lo que parecen.

No veré España ni a mi gente en 5 meses; pero el tiempo se me pasa como si estuviera de vacaciones. Es genial.

Os escribiré pronto,

Un abrazo

Y la segunda carta…

15 de enero

Queridos papá y mamá, hermanos y amigos:

Esto es una cárcel. Me quiero ir de aquí. Estos japoneses se pasan la vida “trabajando”. “Trabajando” quiere decir perdiendo el tiempo. Porque es lo único que hacen. Son unos putos ineficientes.

Lo mejor de todo es que en sus vacaciones también trabajan. Y los cabrones de ellos quieren que yo haga lo mismo. No sé cuándo podré volver a casa. Es muy probable que estos hijos de puta me hagan pasarme los tres años que me quedan aquí enterrado en el búnker ese que ellos llaman laboratorio.

Y las normas sociales: tienen normas hasta para cagar. Es increíble. Por muy estúpida que sea una norma ellos la cumplen. Parecen ovejas en vez de personas. Yo les intento explicar lo maravillosa que es la sociedad española debido a que no tenemos ningún problema en saltarnos las normas, y no hay manera de que lo entiendan. Es imposible sacarlos de su mundo. Tengo los nervios ya destrozados, y eso que creía que mi paciencia era infinita.

Estoy hasta los cojones de ver el puto monte Fuji; quiero ver las antenas que hay en frente de mi casa, que ahora mismo me parecen la cosa más bonita del mundo.

Me acabo de comprar una escopeta en un todo a cien a ver si poco a poco me voy cargando a todos los cuervos de la zona para que me dejen dormir algo.

Estoy destrozado. Ahora comprendo que España es el mejor país del mundo. Si es que sólo aprecias las cosas cuando las pierdes. Sólo puedo pensar en el momento en el que me suba a un avión que me saque de este puto país. Que me lleve donde sea, pero lejos de este maldito infierno lleno de japos. Ojalá se suiciden todos.

Un abrazo.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. A mí me gustan los cuervos.

El florecer de los cerezos

Acabo de volver de hacer hanami (花見) que literalmente quiere decir ver (見) las flores (花). Es una tradición muy típica japonesa ir a ver con los amigos o compañeros del trabajo el florecer de los cerezos en la primavera (AKA sakura). Y yo fui al parque Yoyogi con la gente de la Hiyoshi International House. 

Pero el problema es que sea típico, lo que quiere decir que todos los japoneses van a hacerlo en masa. Y así nos encontramos el parque nada más llegar: un montón de gente jugando y con picnics alrededor de la esplanada. 

Yoyogi en Hanami 

Pero… ¿y las flores?. ¡Ah!, es que esos son los últimos que llegaron, que se quedaron con el peor sitio, donde los cerezos aún no han florecido. Afortunadamente unos japoneses del dormitorio se ofrecieron voluntarios para ir a las 6 de la mañana a reservar sitio (¡!). Y pudimos estar en una zona más bonita. 

Yoyogi en Hanamo 

Como ocurre en España con este tipo de celebración (yo lo compararía con una romería, pero sin cristo ni virgen) hay gente p’a tó. Muchos hacen algo parecido a un botellón con los amigos, otros van con la familia entera y están como en una sobremesa de varias horas de duración con el perrito vestido correteando por ahí alrededor, y nunca pueden faltar esos personajes que te sorprenden con sus atuendos:

Personajes del Yoyogi 

Cuando el Sol empieza a caer, se van igual que vinieron, es decir, en masa. Repliegan los manteles, recogen los restos, y los echan en recintos habilitados para el caso. 

Yoyogi en Hanami 

Y eso es todo por hoy. Pongo un par de fotos extra que tomé. La primera en un estanque con fondo de sakura, con Carlos y Job, un par de amigos nuevos que acaban de llegar a Keio. La segunda… pues King Kong dominando un centro comercial Zen en Harajuku. 

Sakura en el parque

 King Kong en Tokyo 

Juegos gravitatorios

La ingravidez consiste en la gravitación sin límites

Vía CaosyCiencia.com

Palillos chinos

Aviso para futuras visitas, más os vale aprender a usar los palillos antes de venir si no queréis morir de hambre. Aquí TODO ser viviente con ganas de alimentarse usa palillos. Y si no que se lo pregunten a éste cangrejo que va a pegarse un festín con las sobras de un restaurante de sushi.

Cangrejo con palillos 

No os preocupéis, se aprende en unos días (bueno… otros no se acostumbran ni en meses, pero hacen una lasagna muy rica :P). Al final hay varias ventajas como cosas que resulta mucho más fácil comerlas con palillos, son más limpios, sólo necesitas una mano para comer, y todo esto no te quita la posibilidad de rebañar el plato. 

En realidad en los restaurantes, incluso de comida rápida, si ven que estás pasando apuros te dejan una cuchara. Curiosamente por lo que he visto en otros países, el tenedor se usa poco. Los japoneses no podían imaginarse cómo comemos el arroz con tenedor en Europa porque los granos se escaparían entre medias. 

Otra cosa que les choca (y creo que también les molesta un poco) es que llamemos a los chopsticks palillos chinos. Diría que este nombre del pasado, de la creencia en España de que todas las personas con los ojos rasgados venían de muy lejos, de la china.

La rueda que mueve uno mismo

Un detalle que me ha dicho el libro Kanji para recordar:

Los japoneses se señalan la nariz para referirse a ellos mismos. Nosotros lo hacemos con la mano en el pecho.

Y todo esto a cuento del kanji 自. Un ejemplo de uso de ese kanji está en la palabra automóvil, 自動車, jidōsha. 自=uno mismo, 動=movimiento, 車=rueda, es decir, la rueda que mueve uno mismo es el coche. Aunque también podría ser esos neumáticos con los que jugábamos de pequeño en el parque o el patio del colegio. 

(Mario si me he equivocado no dudes en corregirme)

Se fueron volando

El viernes se estrenó la primavera con lluvia. Salimos con un paraguas transparente abierto encima de nuestras cabezas. Al llegar a Akihabara dejó de llover. Media hora más tarde lucía un sol espléndido. Y todo el día cargando con los paraguas. 

El sábado continuó la primavera. Un estupendo día de sol en los jardines del Palacio Imperial. Por la noche las nubes se asomaron por el horizonte y, aunque  había hecho un día suficientemente claro, al final no pudimos ver el Monte Fuji desde el piso 45 del Tochō (edificio del Ayuntamiento de Tokyo).

El domingo despertó nublado. Un cuervo dijo PAAATOO. Y siguió nublado todo el día. Por la noche nos mojamos bien. Primero con el agua de lluvia, y después con las piscinas de agua fría y caliente de un sentō (baños públicos). Por último una cena de sushi, probando las variedades más variopintas y extrañas de este manjar japonés. 

Hoy lunes, después de estar toda la noche soñando con una bomba atómica, vimos amanecer. Es decir, nos levantamos muy temprano. A las cinco y media sonó Aurora. Como es habitual, Aurora te despierta pero no te saca de la cama. Diez minutos más tarde sonó la alarma de backup. Ahora sí. El Sol comenzaba a asomar entre los edificios de Kawasaki mientras desayunábamos magdalenas japonesas. Poca gente por las calles: el vigilante de la obra que se ha pasado toda la noche dirigiendo el tráfico, algún trabajador trajeado que no sé si va o viene, ancianos varios, y un puñado de niños que van al colegio en vacaciones.

El expreso, como siempre, va a tope. Aunque hoy mejor coger el local, porque los japoneses se comprimen muy bien, pero las maletas que llevamos no. Media hora más tarde, en Shibuya, nos perdemos entre las multitudes y acabamos en la mítica Yamanote Line. Otro ratito de chacachá del tren, despidiéndose de Tokyo, viendo pasar carteles, rascacielos, y de tanto en cuando pegándose algún susto al pasar un tren en sentido contrario a alta velocidad.

Nippori. Adiós. Y media vuelta. 

Jose Ángel y Alberto siguen su camino al aeropuerto cuando yo ya he llegado a la Universidad. Hace un viento de narices. Se me vuela una bolsa de publicidad con una crema de Nivea dentro. Los cuervos vuelan marcha atrás. Varias líneas de Tokyo han tenido incidencias por el viento. Y el efecto suelo le juega una muy mala pasada a los dos tripulantes de un MD11. 

La rutina vuelve poco a poco. Parece que todo sigue igual, aunque entre medias haya pasado con mi gente seis semanas. En España o en Japón (bueno, y también en otros lugares). Con frío, sol, nieve o bajo la lluvia, gracias. 

Pero hoy el viento se los ha llevado a todos. Aún queda un colchón tirado por el suelo, un envoltorio que puedo leer (aunque no lo entienda todo). Creo que es porque no he aireado la casa y el viento no ha podido entrar.

Mañana toca hacer limpieza. Y volver a vivir en Japón.