Salà de Madrid un 9 de septiembre a medio dÃa, con un tiempo tormentoso muy feo. Pero la tormenta no habÃa llegado a Barajas, asà que despegamos sin problemas. Durante los primeros minutos creo que el piloto tenÃa sueño (era la hora de la siesta), asà que decidió meterse en pleno nubarrón y no dejar que nadie se durmiera por los botes y vaivenes que agitaban el pequeño A319 de Lufthansa como si de una coctelera se tratase. Sobrevivimos sin problemas, incluso las azafatas decidieron darnos de comer aún a riesgo de que alguno todavÃa estuviera medio verde por los meneos de hacÃa un rato. En cuanto a la comida, pues la tÃpica de un avión (que todo sea dicho, a mi me gusta), pero lo sorprendente era que la sirvieran gratuitamente a la clase turista en la hora de la merienda durante un vuelo de apenas dos horas. En fin, una razón más para volar con esta compañÃa.