Una tÃpica escena de verano, los niños protegiéndose del fiero sol del mediodÃa se refugian en la primera sombra que pillan. Ese no es mal sitio, dá al norte y tienen su rinconcito en los bajos de las escaleras. Es posible que estén capturando algún bicho raro y desconocido para ellos. Aquà en Japón era tradición tener a grillos enjaulados que canten y alegren la noche. Aún hoy se ve a algún que otro niño sacando a pasear su grillo durante las tardes de verano.
Pero ser niño en japón no es tan bonito. Por las tardes y fines de semana les frÃen a actividades extraescolares, eso si no tienen academia para preparar los exámenes de ingreso a la universidad. SÃ, de niños. Todo el sistema educativo preuniversitario no es mas que una tremenda competición para lograr meterse en las mejores universidades del paÃs. Después, no harán gran cosa en la universidad, no lo necesitan porque  saldrán colocados en una empresa de la misma categorÃa que la universidad. Ya la empresa se encargará de formarlos tal como quiera, por eso tampoco le interesa mucho que la gente llegue con iniciativas y una forma determinada de hacer las cosas. Muy posiblemente se quedarán en esa compañÃa para toda la vida. Si trabaja bien ascenderá y llegará alto en la escala de mando. Si no trabaja bien, acabará limpiando los baños. Pero será complicado que le despidan, y mejor que asà sea, porque después le costarÃa encontrar trabajo.
Por eso que desde pequeños aprenden a ser disciplinados, a sentirse parte de un grupo, a vivir en Japón. Todos vestidos igual (nadie debe destacar, para bien ni para mal), cantando el himno de la escuela y desfilando cada mañana en el patio.
En el fondo gracias a esta disciplina la sociedad Japonesa podrÃa considerarse ejemplar en cuanto a comportamiento, dentro de unos márgenes por supuesto. Hacen lo que se debe hacer y más o menos todos siguen, al menos en público, las directrices generales que están marcadas desde hace décadas. Pero esto se les puede volver en contra… en los barrios más underground de Osaka se me abrieron más aún los ojos para ver cómo es esta sociedad. Como siempre, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Ya os lo cuento en otro post.
Por cierto, cada vez estoy más convencido de que aventurarse a venir a Japón fue una gran idea, aunque a veces pueda parecer lo contrario.