Un amigo llegó a decirme que esta ciudad tiene nombre de caballero Jedi. Puede ser, aunque el nombre en realidad significa “Ciudad, la bendecida”. Los habitantes normalmente se refieren a ella por sus siglas BSB o simplemente por Bandar, porque hace unos años su nombre era Bandar Brunei (Ciudad Brunei) porqhasta que al actual Sultán de Brunei se le antojó cambiarle el nombre.
La ciudad es la capital de Brunei, y el paÃs tampoco se queda corto con el nombre oficial, que es Negara Brunei Darussalam y significa “Nación Brunei, Morada de la Paz”. El nombre de Brunei en sà mismo proviene del nombre de la Isla de Borneo, donde ocupa un minúsculo cachito porque también está compartida por Malasia e Indonesia. Es como si Andorra se llamase Iberia porque está en la penÃnsula Ibérica.
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He tenido la suerte de conocer muchos lugares a lo largo del mundo, paisajes naturales y urbanos de todo tipo, cada uno con sus peculiaridades, pero sin lugar a dudas puedo afirmar que este ha sido el lugar en el que más extraño me he sentido.
El paÃs no está preparado para el turismo. La ciudad extranjera más cercana está a una distancia de entre cinco y diez horas, en autobús o en barco. La mejor forma de ir es en avión, pero pocas aerolÃneas vuelan, está controlado por el gobierno para que no le quiten terreno a la aerolÃnea estatal Royal Brunei, a la que ya dedicaré un post. Sin embargo como el chollo del petróleo no les va a durar para siempre quieren empezar a incentivar el turismo desde ya mismo, y lo han estrenado abriendo el aeropuerto (¡esta semana!) a la aerolÃnea de bajo coste Air Asia, pero eso no estaba cuando yo llegué.
Volé desde la vecina ciudad malaya de Kota Kinabalu, y en el aeropuerto al hacer el chek-in me preguntaron por el motivo del viaje: “¿Vas a hacer escala o vives allÃ?”.  No me pusieron ningún problema por decir que iba de turismo, pero les resultó extraño.
Aterrizé en Brunei a las 6pm. Eso en este paÃs se considera tarde, aunque aún no se haya puesto el Sol. La oficina de información turÃstica estaba cerrada, y aunque la ciudad no queda muy lejos del aeropuerto (8km) y sólo viajaba con equipaje de mano no era cuestión de ponerse a andar y que me cayese la noche encima. Pregunté a un empleado de la aerolÃnea por la parada de autobús del aeropuerto, y después de llevarme de un lado a otro del aeropuerto no sé cómo acabé en el coche de un amigo suyo que me llevarÃa por la módica cantidad de 30 Dólares de Brunei (15€). Resulta que a partir de las 5 de la tarde los autobuses dejan de circular, y como me pedÃa lo mismo que los taxistas (sin posibilidad de regatear) no vi otra opción. Al final no resultó tan mal porque el hombre me dio una vuelta en coche por la ciudad y aproveché para hacerle preguntas.
El paÃs es como una dictadura, con el todopoderoso Sultán de Brunei a la cabeza. Los ministerios, empresas gubernamentales, y cualquier cargo en el estado están copados por familiares y amigos suyos. Pero la gente vive feliz. No se pagan impuestos, la sanidad y educación es gratuita y se mantiene un cierto orden ciudadano por las calles, quizá ayude el que el alcohol está prohibido en todo el paÃs. Oficialmente el estado es musulmán, pero se aceptan ciudadanos con otras religiones, es el segundo paÃs con más cristianos (10%) de Asia después de Filipinas. Seguro que existe censura, pero apenas se ejerce porque la gente no se queja, los beneficios por vivir allà son mucho mayores que los posibles inconvenientes. Es el más claro ejemplo de jaula de oro que se pueda encontrar.
DormÃa en el único alojamiento de la ciudad adaptado al viajero que no quiere gastarse mucho dinero. La noche fueron 15€, pero eso ya era la mitad que cualquier otro lugar en la ciudad. La capital en sà misma es pequeña. No llega a los 30.000 habitantes, pero dispone de construcciones megalómanas. Las avenidas son amplias y bien iluminadas aunque no las use mucha gente, tiene edificios acristalados de oficinas posiblemente vacÃas, parques cuidados y adornos florales por calles en las que nadie pasea, centros comerciales tan grandes como desiertos. Tiene 30.000 habitantes, pero no sé dónde se esconden. Mirad si no esta esplanada enorme dedicada al Sultán, abierta por todas partes, y VacÃa.
Al llegar fui a cenar en el único restaurante que aún estaba abierto (a las 7 de la tarde), tenÃa hambre, pedà un plato de pasta frita con cordero y un zumo de zanahoria dulce (apenas fueron dos ó tres € entre las dos cosas), y me lo comà mientras chequeaba el mapa (recorte de una revista) que me habÃan proporcionado en el hostal.Y decidà hacer un poco de turismo nocturno. En 15 minutos habÃa visto todo lo interesante, es decir la mezquita. No habÃa nadie controlando la entrada, y no ponÃa nada (al menos en un lenguaje entendible) acerca de no pasar. Asà que pasé. Una vez dentro ya sà que venÃa el tÃpico sÃmbolo de cámara tachada, y por respeto no tomé fotos desde dentro (y un poco de miedo porque no sabÃa cómo se tomarÃan una irreverencia en ese paÃs)
La mezquita era preciosa. Cuidada al máximo. Limpieza extrema e iluminación a tope. Por fuera una cúpula de oro y un estanque de proporciones inmensas con un barco de piedra en el centro. Por dentro mármoles pulidos, fuentes y un grupo de hombres cantando el Corán en una esquina.
No habÃa gran cosa que ver aparte de la mezquita, pero seguà dando vueltas por ahÃ. Vi alguna casa de madera construida sobre el mar, y puentes iluminados junto a una especie de paseo fluvial
No habÃa nadie en la calle. En el rato que llevaba fuera ya me habÃa cruzado tres o cuatro veces con los mismos pocos turistas que vienen, y apenas con ningún local. Al final encontré un centro comercial en el que todas las tiendas estaban abiertas pero no habÃa nadie comprando. Sólo un hombre gordo y con bigote seguido más o menos cerca por varias personas con pinganillo y gafas de sol. No era el Sultán, lo comprobé mirando cualquier billete o moneda de la cartera. Me sentÃa muy extraño siendo observado por todos los dependientes (al menos no molestaban como en Tailandia) y los guardaespaldas en cuestión. Compré algo para desayunar la mañana siguiente y me fui al hostal, no merecÃa la pena quedarse más tiempo por ahÃ. El hostal tampoco parecÃa muy ocupado, no disponÃa de salas ni habitaciones comunes y sólo me crucé con un hombre mayor que parecÃa vivir en la habitación de al lado. Me acosté en mi habitación individual con la cabeza apuntando hacia la Meca y esperé que el nuevo dÃa llegase.
Por la mañana me acerqué a la oficina de información turÃstica que habÃa en los bajos del hostal y la tarde anterior ya la habÃa pillado cerrada. Entonces me di cuenta de que estaba abandonada. Asà que me fui a dar un paseo por mi cuenta. Era mi único dÃa en Brunei y tenÃa que aprovecharlo. Unas chicas chinas me saludaron en inglés y aproveché para preguntarles acerca de los lugares más interesantes que visitar por la zona. Me dijeron un montón, entre ellos tres centros comerciales, y cómo llegar a todos esos lugares en autobús público. PreferÃa ir andando. La ciudad de por sà es tan extraña que merece la pena ir andando.
Llegué a la orilla, y al otro lado del rÃo o mar (no sé lo que era) adiviné una multitud de casitas de madera como la de la noche anterior. Era un ir y venir continuo de lanchas.
Alguna adivinó mi condición de turista y me ofreció un tour por varias decenas de dólares. Le dije que no, que me acercara al sea town y ya allà me movÃa por mà mismo entre las callecitas. Aceptó sin rechistar, diciéndome que entonces serÃa sólo 1 dólar. Sin duda acepté, pero no podÃa quedarme sin preguntar acerca de tamaño descuento sin siquiera haber regateado, y me explicó cómo funciona el sistema. La mayorÃa de la gente en Bandar Seri Begawan vive en el Sea Town, un poblado de casas de madera construÃdo sobre el mar. Aunque muchos tienen barca, no siempre resulta cómodo sacarla para hacer algún recado a la ciudad, asà que entre ellos se cobran la tarifa de 1 dólar para cruzarte los 200m que separan el poblado de la ciudad. Además, a los turistas les ofrecen tours porque a veces lo único que quieren es una visión rápida e integral de la zona, ya que están por unas pocas horas haciendo escala en el aeropuerto.
La Sea Town increÃble. Cientos de casas construÃdas sobre el mar, con estrechas calles de madera a dos o tres metros sobre el agua en las que hay que tener cuidado cuando te cruzas con alguien, porque son estrechas y no tienen ningún tipo de protección. A veces incluso tienen maderos sueltos.
Entre las casitas hay de todo. Centros médicos, escuelas, policÃa y tiendas y restaurantes que no son mas que casas particulares con esa función. Distinto de lo que podrÃa parecer, no es nada peligroso, apenas hay gente por las calles y los pocos que te encuentran te saludan con un movimiento de cabeza o los más jóvenes con un Hello. La gente no es pobre, no son pocas las casas con su parabólica, su TV plana y sistema de sonido.
De las cosas más contradictorias que me encontré es que la ciudad está llena de gatos. ¡Recuerdo que es una ciudad sobre el mar!. No me quiero imaginar a un pobre gato dando un paso en falso y cayendo al agua. Creo que perderÃa las siete vidas de golpe. Quizá no los gatos experimentados, pero sà los recién nacidos, por eso cuando aún son pequeños los encierran junto a la madre en cajas con comida y bebida. Si fuera gato tendrÃa un miedo terrible a pasarme semanas en una reja con vistas al mar por el suelo :S.
Salà del poblado sobre el mar por otra mezquita y me fui a seguir visitando puntos de interés de la ciudad. A medio camino, en la puerta de un colegio con todos los niños uniformados saliendo de clases un hombre me saluda y se pone a hablar conmigo. Me cuenta su vida, que viene a recoger a los niños, y que si necesito ayuda en el paÃs se lo diga. Le digo que no hace falta, que sólo estoy un par de dÃas y de momento todo muy bien. Aún asà se despide diciendo que a las siete de la tarde estará en la estación de autobuses (justo enfrente de mi hostal), por si cambio de opinión. Por supuesto que no me estuve cerca de la estación a esas horas.
Yo seguà con mi recorrido hasta que me encontré con la entrada a lo que parecÃa ser una bonita zona natural. Entré, y me encontré monos. ¡Qué monos!. Me cayeron bien y aunque eran un poco miedosos no rechazaban galletas y trozos de bollo que me sobraron del desayuno.
Después seguà camino adentro y vi cosas que no esperaba ver en medio de la ciudad, como una catarata y un recorrido de un par de kilómetros por medio de la jungla de Borneo, atravesando rÃos embarrados y densa vegetación. El camino estaba marcado con cuerdas, pero no habÃa nadie, y en algún momento llegué a asustarme por un rugido que sonó a lo lejos (luego resultó ser un altavoz).
El dÃa seguÃa, y volvà a pasar delante del embarcadero. Un par de turistas me recomendaron coger un tour por el manglar, negocié el precio, lo bajé hasta menos de la mitad (10€) y para allá que fuimos. Genial sentirte en un rÃo enorme dentro de la selva, meterte entre las raÃces de los árboles y obedecer al guÃa quedándote quieto y callado, hasta que entre las ramas ve un mono narigudo, y te lo enseña. Es un bicho enorme, podrÃa medir un metro de altura. Estaba lejos y comÃa tranquilamente, sabiendo que la densidad de vegetación nos impedirÃa acercarnos más. Es una especie que sólo habita en la selva de Borneo, asà que me encantó haber tenido esta ocasión para verlo en libertad.
A la vuelta seguimos callejeando entre el manglar e incluso pasamos junto al palacio del Sultán, donde vive él, su familia y su colección privada de más de 5000 coches. Echadle un ojo, merece la pena.
Al final del todo, y como sobraba un rato del tiempo apalabrado, dimos una vuelta por la Sea Town, entre calles y casas de madera.
Ya atardecÃa, la ciudad me habÃa dejado una muy buena impresión, quizá porque no me esperaba nada, no habÃa leÃdo ninguna guÃa ni ningún lugar especial que ver en Brunei. Fui a la aventura, a descubrir por mà mismo un lugar diferente (¡vaya que si diferente!), donde normalmente la gente no va de turismo, que se mantiene original con sus excentricidades. Tengo que hacer algún otro viaje en este plan… admito sugerencias y compañÃa si a todos nos pilla a mano (o no :P).
Una última foto para rematar, después de una de esas tormentas de verano que vienen y se van en una hora, la ciudad me despedÃa con luces y reflejos.