Todos sabemos que a los profesores se los puede clasificar en dos tipos: los de pizarra y los de transparencias. Es cierto que esta división admite matices, como emplear transparencias auténticas o electrónicas, o una mezcla de las anteriores posibilidades, pero aún asà cuando recordamos a un profesor una de las primeras cosas que se nos vienen a la cabeza es su método de enseñar.Â
Hace un mes tuve que probar ambos métodos en una una reunión de grupo. Estas reuniones consisten para aprender todos de todos, cada semana un alumno distinto se prepara bien una parte de lo que está estudiando y se lo enseña al resto de compañeros para que el conocimiento fluya. Normalmente es sólo entre estudiantes, aunque a veces viene un rato el profesor para resolver dudas. En mi grupo (Diffusion Group, que no lo habÃa dicho antes) somos apenas 6 o 7, asà que a lo largo de un cuatrimestre a cada uno le toca presentar un par de veces.Â
Los japoneses prefieren usar el proyector, bien con transparencias o bien directamente desde papers, gráficos de resultados e incluso escaneos de libros. Cuando usan transparencias es un poco desastre, porque en la mayorÃa de los casos se limitan a leer el guión que tienen escrito, que además coincide en un 80% con lo que ya está escrito en la propia transparencia. Resultado, aburrido. Mis transparencias las hago con vista a ser contadas, no leÃdas, y el tiempo empleado en hacer un guión prefiero dedicarlo a practicar la presentación. Aún asà tengo mis errores, y entre los que me comentó el profesor son no explicar todos los gráficos y fórmulas que pongo y golpear la pantalla con el puntero láser (sÃ… aquà en Japón… sé que más de uno de los que me leéis también me recriminasteis esto en la ETSIT, pero es un impulso irrefrenable, al igual que cambiar el guión o ocurrÃrseme cosas in situ. Trataré de controlarme más la próxima vez y evitaré esas molestas ondulaciones en la pantalla).Â
La última vez que me tocó explicar un tema (clústeres de dopantes y silicio, basándome en este paper) decidà cambiar el estilo y tirar de pizarra. Más bien de whiteboard, que es lo que tenÃamos en ese aula. Y salió muy bien. Ahorras un montón de tiempo porque no tienes que preparar las transparencias, y ese tiempo extra que ahorras lo puedes dedicar a aprenderte mejor la materia y no dudar en medio de la lección. Además, te permite tienes que seguir ordenadamente el flujo lógico de las cosas, y escribirlas en la pizarra, sabiendo que dejas tiempo de sobra a los alumnos para copiarlo e irlo asimilando. En definitiva, creo que es un método mejor para dar una clase, aunque claro, todo depende de qué tipo de clase, porque hay algunas que requieren de animaciones, gráficos complejos o demostraciones de cualquier tipo que sólo son posibles teniendo un portátil y un proyector a mano.Â
Y después de esta experiencia, de aprender a estar en el otro lado del aula,  me pongo a pensar en los profesores que he tenido hasta ahora, tanto en los buenos como en los malos, y te das cuenta de que muchos de los buenos usaban la pizarra a pelo, sin ninguna otra ayuda aparte de la tiza y el borrador. No hace falta que diga nombres porque es fácil saber a quién me refiero: el de las chanclas y pantalón corto por encima de la camiseta, ese tipo tan alto que le da respuesta a cualquier impulso de los alumnos como llegar tarde o leer el periodico en clase, otro tan pequeñito que cabrÃa en un microondas, el que se emociona transmitiendo datos, el calvo (ojo, con minúscula) cargado de positivismo porque atrae a los alumnos más negativos con su asignatura. También hay otros que usan las transparencias en mayor o menor medida, pero que sus clases son totalmente recomendables: ese tipo tan borde que espÃa a los alumnos y odia las academias, o aquél que su apellido y asignatura comparten nombre, y sin olvidarnos del que un abril volvió a nacer.
Pero también están los malos. Y curiosamente suelen coincidir con un uso abusivo de transparencias, aunque no siempre: otro calvo (que no se merece la mayúscula) bastante negativo, el que en todo momento usa cuchillos de palo en su casa, y un buen puñado más, porque uno nunca se olvidará de quien es capaz de hacer el indio hasta lÃmites insospechados…
Para acabar os digo una cosa, si alguna vez os toca presentar en público, impartir una lección o simplemente explicarle algo a un compañero, no os olvidéis de quienes para bien o para mal habéis dejado atrás, y que os han enseñado algo más que conocimientos: os han enseñado cómo debe o no debe darse una clase.