El día E en Tokio

Hace unos días se celebró el Día E, esto es, el día del español. Las sedes del Instituto Cervantes dispersas por todo el mundo se unieron a la celebración con eventos especiales. Y Tokio, con sus millones de japoneses interesados en todo lo que tenga que ver con España, no iba a ser menos. 
 

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La sede del Instituto Cervantes en Tokio no es tan grande como me lo esperaba. Bueno, el edificio en sí mismo sí que estaba a la altura de mis espectativas, pero no sé por qué me esperaba que tendría un jardín en el que me veía comiendo la paella que nos habían prometido. Al final la degustación fue en el garaje incluso con un par de coches de por medio. Había varias paellas enormes y mucha sangría, aunque las primeras se acabaron rápido, casi tanto como el hielo de la segunda. Pero bueno, lo importante era comer, y bien rica que estaba. A la vez traía recuerdos de España y te ponía los pies en la tierra, diciéndote descaradamente: ni siquiera hoy te vas a librar del arroz de cada día, y encima amarillo, por si no tienes suficiente con los japoneses de tu alrededor. 

La verdad es que había más japoneses que españoles. Proporción 3 a 1 más o menos. Aunque la mayoría de ellos sabían hablar español. En el mismo garaje en el que comimos estaba un músico sudamericano tocando canciones de todos los países de habla hispana, y de forma espontánea se organizaron clases de baile.

 

¡Esta espontaneidad me encanta!, es justo lo contrario de lo que se ve por estas tierras, donde la gente está acostumbrada a hacer las cosas como deben hacerse sin pararse a pensar si son o no adecuadas o reprimiendo completamente su individualidad con tal de no decepcionar al grupo.

Después, en todo el edificio había varias actividades. En el salón de actos estuvieron tocando y bailando canciones típicas en español, pero a cargo de japoneses, bastante profesionales, bien por gusto y aficción propia  o estudiantes de la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokyo. El 

 

Este último grupo se llama las Flores de Meguro, y tienen un local estilo mexicano cerca de la estación de Meguro, un poco más al sur de Shibuya por la Yamanote-line. Por cierto, esto de aprender Kanji es muy divertido, ya que empiezas a entender el significado oculto de las cosas… las flores de meguro se escribe 目黒の花, y literalmente quiere decir las flores del ojo negro, aunque por lo menos no le han dado la vuelta, porque el ojo negro de las flores queda bastante peor.

Después fuimos a la biblioteca, donde asistimos a un cuentacuentos en japonés y castellano simultáneos. Tengo que comentar que la biblioteca se llamaba… Federico García Lorca. Yo la hubiera llamado “San Francisco Javier“, o si quieren que le quiten el santo (que estas cosas a mi ni me van ni me vienen). Como si no hubiera nombres menos desgastados y más acordes con la proyección internacional de estos centros

Leyeron un par de cuentos en japonés y un par de cuentos en español. Se ve que no estaba muy preparado, y las diferencias culturales les jugaron una mala pasada. El primer cuento en japonés era de una niña que va paseando por el campo y de repente exclama ¡oh, qué nabo más grande, voy a cogerlo y llevármelo a casa!. Intenta sacarlo, pero como no puede, llama a su madre, y así siguen hasta que se ve una escena con toda la familia (perro incluído) tirando del gran nabo. Por supuesto el cuento acaba bien, todos felices comiendo perdices nabo. La chica que hacía la traducción al castellano y los españoles que estábamos allí no parábamos de reírnos, y los japoneses tan contentos al ver que nos gustaba su cuento. 

Cuentacuentos, el gran nabo 

Y bueno, esto es todo. Solo quiero comentar que Víctor, el director de la sede, me pareció una estupenda persona, y que creo que está muy bien que realicen estas actividades, no sólo para los que estamos perdidos por aquí y que nos gusta volver por unas horas de vez en cuando, sino también por todos los japoneses que están interesados en conocernos.Â