Una forma diferente de felicitar estas fiestas

Como decía ayer, el año nuevo no es una fecha significativa por algún motivo, sino simplemente ha sido escogida por convención social. Después de leer un poco más acerca del tema, resulta que el año nuevo, el solsticio de invierno y el día de Navidad deberían coincidir si las cosas se hubieran hecho bien, pero por diversos cambios y ajustes en el calendario e incluso alguna superstición, al final tenemos tres fechas a celebrar cada año.

Eduardo Mosqueira’s Blog: Los españoles somos los culpables de que el año empiece el 1 de Enero y por qué este no coincide con la Navidad y el Solsticio de Invierno.

La imagen anterior me parece que explica muy bien lo que quiero decir. Es parte de una tira cómica que dejó de editarse hace unos meses, os recomiendo que veáis algunos números anteriores simplemente haciendo clic sobre la imagen.

Y hablando de celebrar las cosas de forma diferente, la siguiente foto ejemplifica una original forma de adornar un árbol de navidad. Lo vi hace un par de años en algún aeropuerto asiático.

Navidades aeronaúticas

Por último, os dejo a continuación un conocido villancico que le dedican a la TSA (Transportation Security Administration), que es el organismo encargado de la seguridad de los aeropuertos en Estados Unidos. Aún no los conozco, pero tengo la impresión que el año que viene me los voy a encontrar más de una vez.

¿Repetimos?

Hoy es 1 de Enero y todo parece igual que ayer. La única diferencia es que el contador de años del calendario se ha visto incrementado en una unidad. Aún así, poniéndome a recapitular acerca de los últimos 12 meses me estoy dando cuenta de que el 2011 posiblemente haya sido uno de los mejores años desde que decidí nacer hace un cuarto de siglo.

No sé por dónde empezar, porque echando la vista para atrás todo resulta tremendamente atractivo e incluso parece mentira que hubiera ocurrido. Bueno, comenzaré por el principio, recibiendo el año en Hong Kong con buena compañía a los pies del IFCII, uno de los edificios más altos de la ciudad y del mundo. Los fuegos artificiales saliendo de sus aristas y la luz de las ventanas encendiéndose y apagándose formando los dígitos 2-0-1-1  auguraban un buen comienzo de la segunda década del siglo XXI. Estaba lejos de casa, por cuarto año consecutivo celebraba las fiestas a más de 10.000 kilómetros de Toledo. Aunque este año por fin sería como el turrón y volvería a casa por Navidad; ahora mismo estoy escribiendo este texto esto desde el mismo escritorio donde estudié desde que tenía 8 años.

Pero aunque todo comenzara en Hong Kong, no fue ese el único viaje que haría a lo largo del año. De hecho, puedo decir que es el año que más he viajado y además, en que los destinos han sido más especiales por uno u otro motivo. De los 11 países que he pisado en 2011, sólo HK y Japón estaban en Asia. Mis dos últimos meses de estancia en Japón los dediqué a conocer algunos rincones y eventos del país que no podía dejar sin conocer. Primero, un fin de semana con Jaime, Sandra y Artur en el Festival de la Nieve de Sapporo, único en su categoría, con construcciones enormes hechas a base de nieve y hielo pintado con luces de todos los colores y amenizado con espectáculos de música. Después, un recorrido viajando solo en trenes locales desde el extremo más septentrional de Japón hasta el más meridional del territorio situado en las cuatro islas principales, atravesando 21 de sus 47 prefecturas con lugares tan pintorescos como el mar helado de Abashiri, el túnel submarino de 54km entre Hokkaido y Aomori, las casas tradicionales de Shirakawa-gō, el puente en el cielo de Amanohashidate, las dunas de Tottori, el santuario más importante del shintoísmo –Izumo Taisha– donde se reúnen una vez al año todos los dioses, haber comido el auténtico ramen de Fukuoka y las conocidas hamburguesas de Sasebo, bañarme en un onsen de Beppu y haber estado a los pies del volcán Shinmoedake el día siguiente de su erupción.

Sobreviví (¿o debería decir esquivé?) un terremoto de magnitud 9.0, un tsunami de hasta 40m de altura, y la fusión conjunta de varios reactores nucleares. Las tres catástrofes, ya han sido catalogadas individualmente como las peores en su categoría de la historia de Japón e introducidas en el top-10 mundial.

A las pocas semanas de volver a Europa ya estaba preparando escapadas, como el viaje exprés para visitar a Aitor y que podría titular 3 días, 3 países: Mallorca, Milán, Cracovia. Pasé el solsticio de verano a 60º de latitud norte disfrutando de claridad en el cielo durante las 24h del día en St. Petersburgo, y conocí muy de cerca a la familia de Rimma en la ciudad tártara de Kazan famosa por su industria aeronáutica. Pocos días más tarde estaba achicharrándome con Carmen y Diego a 45ºC entre las paredes de barro de la medina de Marrakech. En agosto mis padres fueron testigos de cómo busqué (y encontré) al monstruo del Lago Ness. Y hacia el final del verano alcanzamos Javi, Marta FangFang y yo el auténtico Cabo Norte, que no es aquel al que se llega en coche y tiene tiendas para turistas, sino uno situado una docena de kilómetros más allá caminando sobre rocas mal colocadas. También conseguimos ver la esquiva aurora boreal, y aunque seguía en los alrededores del círculo polar cuando ocurrió una llamarada solar de clase X1.9, la ciudad finlandesa de Oulu se encontraba con demasiadas nubes para disfrutar las impresionantes auroras que se dejaron ver hasta en Alemania central. No acababa de entrar el otoño cuando volví a Barcelona diez años después de mi primera visita para celebrar la Festa al Cel con Xavi y volver a ver a reencontrarme con Erika tras muchos años sin noticias suyas, es más repetí un par de meses más tarde la visita para que Íñigo y Sissy me enseñaran a comer marisco. Redescubrí Madrid con gente que hacía años que no veía, entre ellos Esther, Javi, Rita, Carlos, Yvonne, Juan Carlos y Amaia. También existieron aquellos días recorriendo Navacerrada a pie con Stabri, Ibiza en bicicleta con Ramiro y Marta, y Alcalá de Henares con la guía local Clara. Por último puedo decir que hace apenas 10 días estaba en Sydney; cómo llegué allí no estoy muy seguro, aunque creo que fue dentro de un canguro gigante con alas.

Y hablando de alas, por fin conseguí que me crecieran. Aprendí a volar con ellas, obtuve mi licencia de piloto privado, y ahora voy a ver si puedo ganarme la vida con ellas. Aún me queda un largo camino, 14 exámenes teóricos y 4 prácticos, pero todo es posible. Desde junio he volado 27 veces a los mandos de una pequeña avioneta, sumando un total de unas 45h (¡y el 20% han sido completamente solo!), aterrizando 78veces (aunque algunos de ellos fueron más bien aporrizajes) en 6 aeródromos distintos: Cuatro Vientos, Ciudad Real, Valladolid, Casarrubios, Lillo, y Kurkachi. Pero como las avionetas van despacito, la distancia que he recorrido no es nada comparado con los 84.000 km a bordo de 39 vuelos comerciales, todo un récord personal en relación con años anteriores. Tengo que darle un especial agradecimiento a la tripulación de Iberia, Spanair, Brussels Airlines y Blue1 que me permitieron estar presente en la cabina durante el despegue y/o aterrizaje u otras fases del vuelo y comprobar cómo, ciertamente, es la oficina con la mejor vista del mundo.

No os voy a aburrir con más datos numéricos. En el párrafo anterior habréis podido comprobar cómo me gusta acumular datos y sacar estadísticas. Pues bueno, mi Master Thesis en la Universidad de Keio en Japón consistió básicamente en eso: acumular datos de la posición de miles de átomos generado mediante ciertos modelos físicos y bajo diferente condiciones para luego extraer estadísticas de ellos para que fueran comparables con experimentos hechos en laboratorio y darle un sentido físico a lo que estaba ocurriendo. Y parece que la investigación gustó, porque al final todo esto acabó publicado en un paper en el Journal of Applied Physics. Por cierto, no me acaba de convencer la forma en que las publicaciones científicas funcionan, aunque reconozco que no sé de ningún sistema mejor. En Keio también me dejé a buenos compañeros que tuve durante todo este tiempo, como Yoko con sus cerditos, el buen amigo Tomoya, Yamada y su parecido con cierto peluche en forma de diablo de tasmania, la pequeña Fumi y el gran profesor Itoh.

También conseguí en el 2011 hacer de la fotografía algo útil y querido. Me agrada saber que mis fotos gustan a los amigos y conocidos, e incluso a los desconocidos que me invitan a entrar en la agencia GettyImages y donde por fin conseguí vender mi primera foto. Algo parecido me ocurre con las columnas y los artículos escritos para las revistas Aviación Comercial y Aviación Deportiva, aunque tengo que reconocer que el trato de la editorial (¡que no de la gente que trabaja para la revista!) no es del todo bueno.

Y todo esto a lo largo de un año, aunque hoy sea 1 de Enero y parezca igual que ayer. El pasar de un año a otro justo en este día es algo puramente convencional. La Tierra sigue girando como una peonza sin saber que los que estamos dentro cambiamos de fecha y añadimos una unidad al número de años contados desde cierto momento en el pasado. En realidad, no ha habido ningún cambio discreto en el tiempo, todo es continuo (o al menos así parece sin tener en cuenta la física cuántica). Y quizá por eso podemos esperar que al igual que hoy es continuación de ayer, este año sea continuación del anterior.

Me equivoqué en el título de este post. No es plan de repetir el 2011, sino de construir un 2012 también digno de ser repetido. Y así os lo deseo a todos: una feliz y próspera nueva vuelta alrededor del Sol :).