Un pájaro más en el aire

Ya he probado el aire. Y no sabe a nada, pero me gusta.

Hoy por fin pude volar, aunque poco ha faltado para que de nuevo me quedara en tierra. La meteorología era buena, apenas viento, sin riesgo de tormenta y con apenas unas pequeñas nubes de algodón lo suficientemente altas como para no estorbar  durante el vuelo. Sin embargo, al llegar al aeropuerto me encuentro con mi Cessna 152 desnuda y con un mecánico metiéndole mano.

El problema era que el motor no se paraba cuando debía pararse, esto es, al quitarle gases (acelerador) y reducir la mezcla para dejar de introducir combustible en el motor. Imagináos al alumno anterior, descubriéndolo durante un vuelo él solo (sin el instructor abordo), sudando a pesar de ese gran ventilador que seguía en marcha justo ahí delante.

Por si acaso conseguían arreglarlo, mi instructora (en adelante, Ana) me ha enviado a la oficina del aeropuerto para ir preparando el plan de vuelo y consultar más a fondo la meteorología. Cuarenta minutos más tarde ya estaba de vuelta con todos los papeles necesarios, había tardado un poco más de lo normal porque me estaba peleando por primera vez yo sólo con estos menesteres. Es la forma de aprender.

A mi vuelta, el bicho ya estaba en condiciones de volar. Después de hacerle unas pruebas cambiándole las ocho bujías (dos por cilindro) parecía que funcionaba. Así me la encontré, bien preparada y lista para irse al aire:

EC-KIY

A esas horas, en el Real Aeroclub de España (ese edificio que se ve por detrás en la foto) estaban celebrando un par de comuniones y una boda. Irónicamente, preparando el vuelo antes de irnos al aire, comenzó a sonar la canción de la bomba de King Africa. Por menos de eso te detendría la Guardia Civil en un vuelo con pasajeros, pero esto es un vuelo de instrucción, y ni el instructor ni yo tenemos la más mínima intención de explotar en vuelo, y como somos dos es muy fácil vigilarnos mutuamente, con un ojo puesto en los intrumentos, otro en el exterior y otro más en el que tenemos sentado al lado. Bueno, el ojo de los instrumentos casi que sobra, o debería sobrar, porque según me ha dicho Ana miro demasiado a la instrumentación. Es mejor sentir el avión, aunque echando un vistazo de vez en cuando a los relojitos, al igual que cuando vamos en coche, que puedes saber la velocidad o si es necesario cambiar de marchas sin necesidad de ver ni el velocímetro ni el tacómetro respectivamente.

No quiero aburriros con detalles técnicos en este post, así que perdonad cualquier imprecisión. De todas formas, la zona de comentarios está ahí abajo, donde podemos aclarar cualquier cosa que haga falta. El caso, después de dar una vuelta al avión comprobando que, aparentemente, estaba en buen estado, nos metemos en la estrecha cabina y realizamos unas pocas checklists, para que no se olvide nada.

Checklist Cessna 152

No mucho tiempo después ya estábamos en el aire. El vuelo fue un poco turbulento pero tranquilo, no hicimos grandes maniobras pero sí tuve tiempo para acostumbrarme a los mandos e ir viendo cómo se maneja un cacharro de estos. Excepto el aterrizaje y las comunicaciones (con la torre o en otras frecuencias), prácticamente era yo el que controlaba los mandos. Fuimos hasta Toledo y dimos un par de pasadas en torno a mi casa, la segunda lo suficientemente baja como para que se asustaran dieran cuenta de que estaba yo ahí arriba, aunque no lo conseguimos. Luego, más o menos una hora y media después de despegar, cerca del atardecer, volvíamos a Cuatro Vientos realizando por el camino algunos movimientos para ir cogiéndole mano al bicho.

Mientras tanto, tuvimos un encuentro cercano con unos ultraligeros volando por el aeródromo de Casarrubios. Cuando vuelasa velocidades de unos 80 nudos (150km/h) es increíble cómo lo que era un punto en el horizonte se se agranda hasta poder leerle la matrícula en cuestión de segundos.  Hay que estar en todo momento muy atento, no todos los que vuelan llevan un equipo de radio (no es obligatorio en ciertas circunstancias), y es imposible que se enteren de tu posición en los informes periódicos que se realizan en la frecuencia de la zona.

La aproximación a Cuatro Vientos me pareció especialmente complicada en cuanto a la cantidad de cosas que hay que hacer y tener en cuenta. Supongo que será cosa de, no sólo aprender y acostumbrarse, sino también de interiorizar algunos comportamientos y ser capaz de manejar los controles de forma automatizada, como cuando conduces un coche. También manejar el avión en tierra me era algo contraintuitivo, ya que los cuernos (la palanca de control) no se emplea para nada, y se controla la dirección con los pedales, que tienen la doble función de actuar sobre el timón de cola, la dirección de la rueda delantera y los frenos de las ruedas laterales dependiendo de qué forma se pisen.

Llegando de vuelta al lugar de parking, el motor volvía a querer quedarse encendido. Yo creo que el problema no eran las bujías, sino que la avioneta quería vengarse de los que bailaban al ritmo de la bomba a unos pocos metros de ahí (porque os aseguro que las hélices soplan mucho aire). Finalmente, Ana apagó el motor de una forma alternativa, acelerando para conseguir una mezcla aire-gasolina que resultase incombustible. Dejamos el avión con un informe final con el no-go bien marcado, para que antes de poder volar el pájaro tenga que pasar de nuevo por el doctor mecánico. Y yo tengo otro vuelo programado para el lunes por la mañana, a ver si para entonces vuelve a estar lista .

Resumiendo un poco mis impresiones, me he dado cuenta de las muchas cosas que tengo aún por aprender y de que estar ahí arriba es algo que me encanta y me sienta estupendamente. ¿No creéis vosotros que el cielo es algo increíblemente hermoso?.

Cuatro Vientos al atardecer

Mientras tanto, mañana domingo por la mañana toca ir de fotógrafo oficial a las jornadas de apoyo a Japón en el Alcázar de Toledo, y por la tarde a prepararme el vuelo del día siguiente e ir haciendo la maleta, que a partir del martes me voy a pasar unos días al Tartastán.