Planes de año nuevo

Ha sido complicado llegar hasta donde estoy ahora. Los últimos diez días han sido bastante estresantes. En lo que llevo de semana me he tirado en la universidad algo así como 60 horas. La mayoría de ellas en un laboratorio underground limpiando obleas de silicio con ácido sulfúrico y otros productos más peligrosos (HF), observando superficies nanométricas con el microscopio AFM,  creciendo sandwiches (superlattices) de isótopos de silicio (28, 29 y ¡30!), cortándolas en cachitos de 10x5mm y por último dándoles calor a temperaturas que rondan los 1000ºC, 

He aprendido mucho. Tanto del funcionamiento de las máquinas como detalles que se me habían pasado al estudiarme la teoría por mi cuenta. Pero ha sido duro. Yo quería acabar pronto porque se me habían ocurrido unos planes muy buenos para este fin de semana. Mi sempai quería acabar pronto para poder redactar su Master Thesis, pero su ambición por hacer más y más experimentos la superaba y me superaba. Cuando el martes pasado falló un experimento a las 8 horas de iniciarlo pensé que ya no había posibilidad de tener libre este fin de semana. Pero al contrario, sirvió para que nos espabiláramos. 

Y lo conseguimos. Pero a costa de trabajar duro. El domingo pasado, de 10 de la mañana a 7 de la tarde. El lunes, estudiando por la mañana y en el laboratorio desde después de comer hasta las 10 de la noche. Martes, de 10 a 11, y no fue solo una hora precisamente. Miércoles, también de 10 a 11… del día siguiente. Toda la noche en el laboratorio. Echando cabezadas de media hora cuando se podía esperar, y poniéndose mil alarmas para no perder la cita con Julieta, el horno. 

Al acabar todo confirmé los planes con mi sempai. Tenemos que esperar una semana a que lleguen los resultados de SIMS, que es algo así como una taladradora nanométrica que perfora las muestras y nos dice el perfil atómico en función de la profundidad. No tenemos máquinas para ello, así que hay que enviarlo a un laboratorio externo y por eso tarda tanto. De forma que… hasta el miércoles o jueves de la semana que viene no tengo nada especial que hacer. Y como esta semana he trabajado mucho, ahora llega la recompensa. Me voy a tomar un par de dias, lunes y martes, ademas de adelantar el fin de semana al mediodía del viernes.

¿Y qué voy a hacer?. Pues celebrar el fin de Año Chino en Chinatown. Hay muchas chinatown por el mundo, la que me pilla más cerca está en Yokohama, a apenas 30 minutos en metro desde mi casa. Pero eso sería demasiado fácil, cojo cualquier tren de los que pasan cada 2 minutos y listo. O me espero al exprés, más o menos cada cuarto de hora y que se salta más de la mitad de las paradas. Pero no… voy a ir a otra más lejana. Dos horas y media de tren, con tres trasbordos de por medio, después una espera de casi dos horas en una sala acristalada donde tratarán de desnudarte, o al menos que se te caigan los pantalones, y por último sentarse en una butaca con vistas a las estrellas y relajarse escuchando el ronroneo de la maravillosa máquina durante siete horas y cuarenta minutos, hasta ser despertado por el bache que indique el abandono del Cielo y la vuelta a la Tierra.

Ahí estaré, girando en el mayor círculo máximo a casi 500m/s, perdiendo 30º de latitud y ganándolos en temperatura, en un micro-estado llamado Singapur, la ciudad de los leones, aunque los únicos que haya estén petrificados o en el zoológico. Por allí hay planes suficientes para pasar cuatro días, el año nuevo Chino,  la isla de Sentosa, una escapada a Malasya, y más, aunque el punto más a favor y decisivo para ir es hacerle una visita a buena gente como Israel. Ni siquiera han pasado veinte días desde que nos despidiéramos a medianoche en Manila (yo cogiendo un taxi de dudosa confianza que no tenía nada claro dónde paraban los autobuses hacia el aeropuerto low cost). 

Ahora es temporada baja y hay ofertas de vuelos, mis exámenes han acabado y el resto de gente está muy liada con sus tesis, cualquier excusa vale para escapar unos días de los japoneses. Aunque haya tenido que esperar hasta el día anterior para comprar el billete por temor a que cierta japonesa me trastocara haciéndome cambiar de planes. Al final hubo suerte. Y aquí estoy, volando. Posiblemente escuchando música o viendo alguna película de las que ponen en las pantallitas individuales. O quizá durmiendo, como el japonés que estaba sentado enfrente mío cuando escribía este post en el tren de camino al aeropuerto, que se ha quedado dormido jugando a la PSP.

Pues eso, el domingo por la noche a entrar en el año de la vaca con bien pie. ¡Hasta pronto!