2011, hacia el futuro.

あけましておめでとう!
(akemashite omedetō, feliz año nuevo en japonés)

Desde que me fui a Hong Kong finales de diciembre no he vuelto a escribir en el blog. No me llevé el portátil de vacaciones, y en los lugares en que me he encontrado apenas he podido acceder a internet para consultar un par de detalles o echar un vistazo rápido al email. Las entradas que habéis visto entre medias son algunas que había programado. Igualmente también habréis notado que he tardado en responder a los comentarios.

Una semana en Hong Kong durante la cual he tenido ocasión de conocerlo un poco más en profundidad, acercándome a las islas de los alrededores y adentrándome en los nuevos territorios. Hubo también un intento de escapada a Shenzen, en la China continental, ya que se puede conseguir un visado temporal en la frontera. Pero no pudo ser esta vez, por culpa de los rusos me vi durante más de una hora retenido junto a indocumentados en tierra de nadie, atrapado en la línea fronteriza que aparece en los mapas, sin poder ir hacia delante ni hacia atrás. Algún día contaré la historia completa.

También pasé tres días en Macao, un lugar peculiar y un poco incomprendido. La receta es fácil: tomad una ciudad portuguesa, metedle medio millón de chinos, y montad decenas de casinos. Delicioso. No jugué ni una sóla ficha, pero me lo pasé en grande.

Vuelta a la rutina, y es hora de escribir la Master Thesis. Tengo tres semanas para resumir dos años y medio de trabajo y aprendizaje en un taquito de hojas escritas en inglés. Después, una semana corrigiéndola con los profesores, y una semana más preparando la defensa y presentación en público, que va a durar 12 minutos + 8 minutos de preguntas.

Lo más complicado fue empezar a escribir. Antes de irme de vacaciones dejé preparado una tentativa de índice, pero aún así las palabras tardaron en salir. Cuatro días. Hoy, ya he tomado buen ritmo, como en los buenos tiempos en la ETSIT. Y es que siempre me ha costado empezar a escribir. Lo que suelo hacer es empezar aporreando el teclado en algo así como escritura automática, y luego las palabras con sentido ya van saliendo más o menos solas. Muchas veces lo que escribo al comienzo es mejor borrarlo, aunque en ocasiones he decido dejarlo para la posteridad. Nunca olvidaré cómo comenzaba la memoria de la asignatura MCRE (Microelectrónica), posiblemente la más dura durante mis cuatro años en la escuela:

Alu solía ser en la antigua civilización mesopotámica de los asirios el vengativo Espíritu de la Noche. En nuestros días y en nuestro ámbito el significado de la palabra es bien diferente, la empleamos como acrónimo en inglés de Unidad Aritmético Lógica, el núcleo de todo procesador o controlador, el módulo que se encarga de hacer las operaciones más básicas y elementales del software programado.

El polaco con el que estaba de compañero me tomaría por loco, pero aún así no debió de estar tan mal y se ve que a los profesores les gustó, ya que al final recibimos un 9 en la asignatura.

Cambiando de tema, el artículo que escribí para cierta publicación científica acaba de ser rechazado. Han tardado cerca de dos meses en darme la mala noticia, y me lo han notificado con un mensaje en el que queda claro que el tiempo dedicado a la lectura del mismo ha sido poco más que infinitesimal, opinión que comparten mis profesores. La contrarréplica tendrá que esperar a febrero, tras la presentación formal de la Master Thesis en la universidad.

Bueno, no será justo después, porque al día siguiente mi fiesta de despedida (planificada desde hace dos meses, así es Japón), día de limpieza del laboratorio, y a continuación me escapo al norte: me voy tres días a pasar frío al Festival de la Nieve de Sapporo. Artur, Sandra y Jaime también vienen, aunque yo he decidido desfasarme 2π/3 (1 día) respecto a ellos para evitar uno de los momentos de mayor afluencia de gente.

El resto de febrero tocará replicar a la publicación, finalizar detalles que me quedan por retocar del software de simulación de amorfización del silicio (con nombre en clave temporal MOM), y empezar a pensar en enviar paquetes a casa vía barco y vender a la tienda de segunda mano que tengo en mi calle los electrodomésticos de casa (microondas, tostadora, ventilador, aspiradora, humidificador, alfombra caliente, cocedora de arroz, altavoces, etc). Me llevaría de vuelta la cocedora de arroz y la alfombra caliente, pero por desgracia funcionan a 100V y no me imagino en qué estado pueden quedar el arroz y mis pies al usarlos con los 220V europeos.

Por esas fechas aún me quedará un mes por Japón, un mes en el que quiero hacer algo distinto, único, que recordar como una de mis últimas experiencias en el país donde sale el Sol. El uno de marzo vuelvo al norte. Tomaré un vuelo al extremo más boreal de Japón, la ciudad de Wakkanai, un nombre que me hace mucha gracia y que los japoneses no entienden. Desde allí, durante unas dos semanas, y viajando en trenes locales a lo largo de los más de 2000km de la costa oeste de Japón sin más equipaje que lo que me quepa en la mochila de diario (cámara de fotos incluída), alcanzaré  (espero) en el extremo sur de la isla de Kyushu otra ciudad con nombre peculiar: Kagoshima. No haré reservas de alojamiento ya que mi idea es hacer el viaje en modo Low Cost, durmiendo en Manga Café o McDonalds 24h, porque salvo muy contadas excepciones los trenes no circulan de noche en Japón.

Desde Kagoshima volaré hacia Osaka y, si las gestiones del visado salen bien (es decir, que los rusos no se vuelvan a poner de por medio), me encontraré con la que posiblemente sea la última visita en Japón. Un par de días en la región Kinki y tres o cuatro más en los alrededores de la megaurbe tokiota.

Ya sólo me quedará una semana, ahora sí para liquidar la mudanza, hacer todo el papeleo que te piden antes de irte (Japón es el país de la burocracia, donde te piden hasta el seguro médico y el carnet de conducir al comprarte un teléfono móvil, verídico). 29 de marzo mi graduación. Y el treintaytantos de ese mismo mes despego por última vez desde Narita. Si durante las doce horas siguientes todo sigue bien, aterrizaré o amerizaré en algún lugar de Europa. Una breve espera, carrerilla, salto y llegada Madrid tras más de un año netamente en Asia.

Por todo lo anterior no esperéis que escriba demasiado en el blog durante esta época. Aunque quién sabe, a veces cuando más ocupado estás es cuando más cosas haces. Igualmente, en época de exámenes se tiende a procrastinar de forma más útil. Sin más, os digo que en estos cuatro días ya le he pegado una limpieza general a mi habitación.

Pues eso, me sentía obligado (y realmente deseaba) a introducir algo de texto en el blog. Aquí habéis tenido una buena ración. Ahora a dormir y retomar fuerzas. Durante las próximas semanas hay muchas cosas que hacer.

Y después, el futuro.