De vuelta en Japón

Muchas cosas e historias han pasado desde que llegué (volví) a Japón hace poco más de 100h. Lo primero fue el terremoto… bueno, lo primero realmente no fue el terremoto:

Al llegar hacía sol y no me apetecía ponerme a deshacer las maletas, así que me acerqué a saludar a la gente de la universidad con una caja de bombones de chocolate blanco que había comprado de camino en el aeropuerto de Moscú. El 14 de marzo es el día blanco, el día que los chicos regalan chocolate blanco a las chicas (ellas lo hacen con chocolate negro el 14 de febrero), y fue una buena forma de presentarse. No estaban todos en el laboratorio, pero sí seis o siete. Ya les vale. Un domingo de vacaciones a mediodía. Les hizo mucha ilusión, tanto a ellas como a ellos, porque acabé repartiéndolos entre la gente que había por allí. Yo también probé uno y la verdad que estaban buenísimos.

Decía que los compré en el aeropuerto de Moscú. Eso gracias a que llegué a Moscú, porque al piloto de Aeroflot le se le debieron cruzar un par de cables en el aeropuerto de Madrid, porque primero se dirigió a despegar a un lugar que no era la pista, después rectificó y se equivocó de pista. Por último y con la asistencia de unos follow-me, despegamos por la 36R hacia Moscú. Después de vivirlo, no me extraña que ocurran casos como este.

El resto del trayecto discurrió sin problemas, siguiendo una ruta que nos lleva sobrevolando Barcelona, Niza, Génova, Bratislava, Cracovia y Brest. Unas vistas estupendas de los alpes y  turbulencias sobrevolando Polonia. Un miembro de la tripulación chapurreaba  algo de castellano, aunque más bien parecía que hubiera usado un traductor automático (en algún momento soltó la palabra aeromozas).

Después la escala corta (80min) en Moscú, de la cual me tiré el 90% esperando en un control de seguridad y el otro 10% corriendo para no perder el vuelo a Tokyo. Y el último segmento, en el A330 flamante con pantallas individuales y una tripulación realmente amable. Se nota que los japoneses, que formaban el 80% del pasaje, piden una calidad de servicio superior. A pesar de todo esto, volvería a volar con Aeroflot. Lo peor sin lugar a dudas, la ineficacia del aeropuerto de Moscú-Sheremetyevo.

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Al llegar estuve medio deshaciendo las maletas. Supongo que sabréis la pereza que dá deshacer las maletas. Yo más aún porque además está el agravante de que dentro de 20 días tengo que mudarme de casa. El caso es que puedo estar aquí, en Hiyoshi International House hasta finales de agosto, luego es imposible. Sin embargo acabo mi máster en marzo del año que viene. Alquilar una casa normal por seis meses no compensa, sale tremendamente caro porque hay que pagar al inicio de un alquiler como 4 ó 5 cuotas extra que no se devuelven (una de agradecimiento al dueño, otra al propietario del suelo, otra a la agencia que te lo consiguió, etc). De forma que lo mejor era buscarse una residencia de estudiantes, y como el curso empieza en abril, pues hay que solicitarlas para entrar en abril. Y en abril me mudaré a la Yokohama International Students House. Me saldrá como un 40% más barato que donde estoy ahora, pero estaré a 10km y no a 500m de la universidad.

El lunes me acerqué a la escuela, y lo primero que me encuentro enfrente de mi laboratorio es una fila de japoneses esperando entrar a una habitación. Tomoya me dice que es una entrevista de la universidad para saber qué queremos hacer con nuestro futuro, y que debería participar. OK, no llevo traje pero tampoco voy mal vestido. Llega mi turno, y paso. El profesor que entrevista se queda un poco parado al verme, y me dice que no sabe inglés, así que toca buscar a Tomoya para que me haga de intérprete. Al final resulta que no era necesario que fuese, sólo sirve para quien quiera quedarse a trabajar en una empresa japonesa, y me da a mi que yo no estoy en ese grupo.

Más tarde hablo también con uno de mis profesores acerca de mi visita al grupo de investigación de la universidad de Valladolid, y queda muy contento con lo que hablamos. Le paso ciertas referencias y el mail de algunas personas para que si quiere pregunte más detalles. Y yo, mientras tanto, me pongo a buscar un ordenador en el que ejecutar el programa de simulación que me han pasado. Tiene que ser en un ordenador con Linux de 64 bits. Estupendo. El único ordenador que encuentro está a dos pisos bajo tierra. Me niego a trabajar en un laboratorio ruidoso y sin ventanas. Así que me creo una cuenta de usuario, le pillo la IP, y me pongo a trabajar en remoto desde la Students Room en mi portátil. Lo bueno es que puedo trabajar con él desde cualquier lugar del mundo porque la IP es externa. Del mundo… o fuera del mundo, siempre que tenga una WiFi a mano.

El resto de los días he seguido trasteando con el programa y viendo cómo poder sacarle partido, porque como me temía la modificación que pedí saca unos archivos de datos de espanto (varios cientos de megas).

También el martes fuimos a cenar con Anna, la nueva española que la semana que viene vendrá a Keio para hacer su PFC desde la misma universidad que Carlos. Parece una chica simpática, y no viene mal viendo lo que tenemos este año por la residencia. También, desde el día 23 tengo nuevo compañero de apartamento. No es francés. No es asiático. Viene justo desde las antípodas: Uruguay. Y sólo será mi compañero durante dos semanas, porque luego yo tengo que cambiar de casa. Lástima, con ese seguro que me hubiera entendido mejor que con los dos franceses que he tenido hasta ahora, y no por el idioma precisamente…

Ayer estuve de visita en mi nueva casa. Era el día de la introducción, aunque hasta dentro de dos semanas no entramos allí. Se nos presenta el jefe jefazo con cara de pocos amigos y nos dice “KEEP THE TIME!”, y se pone a soltar un discurso en japonés. Dice cosas como que lo que compra el dinero no es importante, que lo importante somos nosotros mismos, etc. Estupendo me parece, espero que los japoneses se apliquen el cuento y vean que vivir sólo para trabajar para ascender y ganar más no es lo importante. No sirve de nada tener dinero si no tienes vida para disfrutarlo.

Rellenamos papeles y más papeles. Nos explican las normas y las tarifas. Pagaremos 20.000Â¥ (150€) por el alojamiento, más 2600Â¥ (20€) de agua, más la electricidad (otros 20€) y más la conexión a internet que elijamos, que creo que comienza por FTTH a 100mbps. También hicimos un tour por la residencia, y aunque ya os lo contaré con más detalles, estoy en el piso 12 del edificio, con bonitas vistas a la bahía de Tokyo. Pero… la ventana dá al norte (no me dará el sol :() y si me tiro por la ella en algún momento de desesperación vampira pues caigo directamente al cementerio, con los zombies. Aunque hasta la segunda semana de abril no me mudo, así que seguiré viendo desde mi ventana actual otros zombies, los cientos que cada mañana pasan somnolientos dentro de los trenes que circulan por la Toyoko Line.

Pues nada, ya me voy a dormir que mañana vienen (si llegan) un par de amigos por Aeroflot. Y el fin de semana está a la vuelta de la esquina, y como es puente vamos a irnos de excursión a la Isla Sado, en la costa oeste de Japón.